En el año 1989, comencé a escribir los primeros apuntes sobre este tema de la Unidad de la Iglesia. Algunas de las notas fueron publicadas en esos tiempos en el periódico "Vida Abundante" de la Unión de las Asambleas de Dios, en Argentina. Desde esa época he estado enseñando sobre este tema en diferentes lugares del país. Poco a poco he ido ampliando y añadiendo notas al mismo.
Tengo que aclarar y reconocer dos cosas. En primer lugar, este libro ha sido producto de la influencia de algunos autores clásicos del pentecostalismo tales como Oswald Carter, Donal Gee, Myer Peralman, Riggs, Horton, Duplesis, etc. El conjunto de sus puntos de vista, con el aporte de la Palabra escrita, fueron formando en mí conceptos personales que plasmo en esta obra. En segundo lugar, tengo que agradecer a la gran cantidad de pastores y hermanos, con los cuales he hablado, los que aportaron, con sus puntos de vista, elementos que me ayudaron a darle forma a mis conceptos sobre este tema fascinante. Entre ellos, ha habido pastores pentecostales y no pentecostales que me han sugerido ideas muy positivas, y de los cuales he aprendido mucho en relación con la obra del Espíritu y sus mecanismos para edificar la Iglesia de Jesucristo.
Sé positivamente que algunos de los conceptos expuestos aquí no son nuevos, porque “nada nuevo hay debajo del cielo”, pero me place darle mi forma personal, matizada con ideas que sé positivamente, me fueron dadas por el Señor en mis estudios personales y producto de la experiencia de varios años en el ministerio.
El libro se compone de dos partes: en la primera pongo énfasis al concepto escritural de lo que es la Iglesia como Cuerpo, ya que es en ella donde se produce la unidad. En la segunda, abordo el aspecto tan controvertido de los dones del Espíritu y los ministerios crísticos, ya que entiendo que no se puede hablar de unidad de la Iglesia prescindiendo de ellos. El contexto de la unidad lo conforman los dones y ministerios en toda la manifestación de la “multiforme gracia de Dios”, dentro del gran Cuerpo de Cristo llamado la Iglesia . A algunos de los dones y ministerios pongo más énfasis que a otros. Aquellos de los cuales se habla poco o nunca se definen, he tratado de explicarlos lo más explícitamente posible. A los otros más nombrados le dediqué menos espacio para no repetir tanto lo que ya se ha dicho en múltiples ocasiones. Todo esto lo he tratado de explicar en lenguaje llano y corriente, evadiendo terminologías teológicas complicadas o tecnicismos que impiden la comprensión del tema. Este libro es escrito para todos, porque lo que expongo es parte del Evangelio de Jesucristo, dado a toda criatura.
Gracias, en primer lugar, al Espíritu Santo de Dios que ha puesto carga en mi corazón sobre este asunto, y me ha dado la oportunidad de ser canal de bendición a la Iglesia.
Quiero agradecer a mi hija Alba por la ayuda que me prestó en la revisión preliminar de este material, y por sus sugerencias y aportes en el aspecto lingüístico y exegético, tanto en el griego como en el castellano. Agradezco al Consejo Pastoral de Puerto Madryn, (COPEM) por el aporte y ejemplo práctico que me han dado, ya que ellos son un ejemplo típico de unidad del Cuerpo, y de inspiración ministerial. Ellos demuestran a diario la capacidad y madurez que les caracteriza para mantener y fomentar la unidad de la Iglesia en este lugar. Gracias al pueblo latinoamericano para el cual va dirigido, en especial, este libro.
Sé positivamente que en esta pequeña obra no está dicho todo sobre el tema. Solo quise aportar mi granito de arena para de alguna forma contribuir al mantenimiento de los logros que se han obtenido y para producir hambre de unidad en otros lugares, pero sobre todo para que Nuestro Señor Jesucristo, Soberano, Señor y Rey de la Iglesia pueda ser reconocido dentro de ella en sus formas múltiples de obrar.
Luis E. Llanes.
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