PREPÁRESE PARA SERVIR AL SEÑOR

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miércoles, 20 de junio de 2007

CAPÍTULO 8: LOS DOMAS O DONES PERSONAS

PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LOS DOMAS, DONES PERSONAS O DONES MINISTERIALES.


Definición de términos: la palabra “don”


El uso de la palabra "don" en el original griego.


En el idioma griego se usan varios vocablos que se traducen como “don” , pero que poseen matices que los diferencian:

1. "Doreía:" don, presente, regalo, beneficio, honra, ventaja, privilegio. Proviene del verbo "doréo", que significa "dar en don, ofrecer, presentar, obsequiar regalo".

a. Jesús es descrito como un DON de Dios (doreu), regalo. (Jn. 4:10; 2 Co. 9:15; Ro. 5:15).

b. La salvación es descrita como un DON (doreu), regalo. (Ef. 2:28)

c. El Espíritu Santo es descrito como un DON (doreu), regalo. (Hch. 2:38; 10:45;11:17)

d. La gracia de Dios es escrita como un don (doreu), regalo (Ef. 3:7 ).

e. Todas las bendiciones de Dios son presentadas como un DON (doreu) regalo. (He. 6:4)

2. "Charisma": gracia o don supremo, favor.

a. La salvación es descrita como un DON (charis), don supremo de Dios. (Ro. 5:15)

b. Las manifestaciones naturales del Espíritu Santo son descritas como DONES (charismas). (1 Co. 1:7; Ro. 12:6; l Co. 12:4, 29-31; 1 P. 4:10)

c. La continencia sexual es considerada como un DON (gracia).

3. Doma (dóma): don, dádiva, regalo. “Doma” es un sustantivo derivado del verbo “dídomi” , que significa, entre otros, dar, otorgar, conceder (Efe 4:7-11).

Hacia una definición de “don” y “ministerio”.

Los carismas o “dones” del Espíritu Santo.

Como resultado de lo visto anteriormente, podemos afirmar que los “carismas” son dones o regalos de gracia, concedidos por el Espíritu Santo a todos los creyentes por igual y sin distinción de personas; sin tener que ver tiempo de conversión, experiencia, grado de madurez o de conocimiento de la Palabra.

Es importante tener presente que su origen es sobrenatural. He charlado con creyentes de diferentes organizaciones, sobre los dones espirituales, y he quedado sorprendido de la ignorancia que hay acerca del asunto. Sobre las “lenguas” un creyente muy instruido secularmente me manifestó que en día de Pentecostés los congregados en el aposento alto tenían capacidades innatas y talentos naturales para hablar diferentes lenguajes humanas, por eso las gentes congregadas entendían lo que hababan. No creía en el carácter sobrenatural de la experiencia. Otro me manifestó que Dios le daba a ciertas personas la capacidad natural para aprender diferentes idiomas, y que él conocía personas que hablaban alrededor de diez idiomas diferentes. Otro confundió la capacidad del médico, producto de sus estudios científicos para sanar a los enfermos, con el los dones de sanidad. Sin embargo, cuando analizamos sinceramente la Palabra en los casos de derramamientos del Espíritu Santo, no podemos ignorar el carácter sobrenatural de la experiencia y reconocer que en aquel momento los congregados “comenzaron a hablar en diferentes según el Espíritu les concedía expresarse” (v. 4), y aunque no todos los congregados “eran galileos”, ellos “les oían hablar en sus propias lenguas” (vs. 7-8). Es imposible negar esta evidencia, porque aunque ellos hablaron lenguas humanas, el gran milagro estaba en que, aún sin conocerlas, ellos las hablaron bajo el poder y unción del Espíritu Santo. Pablo no descarta esta posibilidad porque dice: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas...”. (1 Cor. 13:1) y esto dentro del contexto de los dones. La misma regla se aplica a todas las capacidades concedidas por el Espíritu Santo.

Esto nos enseña dos cosas: 1º. Que los dones del Espíritu o carismas no son capacidades innatas o talentos naturales, 2º. Que tampoco son capacidades o habilidades adquiridas por medio del estudio o de la práctica. Muchas personas inconversas o convertidas tienen talentos innatos excepcionales, o llegan a desarrollar ciertas habilidades y capacidades, de origen humano o también diabólico, pero ninguna de estas cosas son dones del Espíritu Santo.

Todo esto nos induce a definir la naturaleza de los dones.

1. El don es una facultad o manifestación sobrenatural del Espíritu Santo que utiliza como medio de su manifestación o instrumentos a los miembros del Cuerpo de Cristo, de acuerdo con la gracia de Dios, para beneficio y edificación del mismo Cuerpo, y para beneficiar y ayudar a otros fuera del Cuerpo con sus actividades. Como dones de gracia, estos no están limitados a una institución, ni se requiere requisitos especiales para su recepción.

Pablo habla a los romanos diciendo que son “gracias concedidas” (Rom. 12:6). Pedro, por su parte, habla de ellos de la siguiente forma: “Cada uno ponga al servicio de los demás
el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas” (1 Pedro 4:10). Esa “gracia concedida”, ese “don recibido”, es una capacidad impartida por el Espíritu Santo para edificación del Cuerpo (1Co. 12:11) .

Según la connotación que Pablo nos da al referirse a la Iglersia como cuerpo, podemos llamar a los dones espirituales "dones miembros" (Cor. 12)

Los “domas” , dones ministeriales o ministerios. 

La naturaleza de los “domas”.
Cuando hablamos de “domas”, nos referimos simultáneamente a dos aspectos inseparables: 1º. A las personas que reciben ciertas capacidades ministeriales especiales (los ministros, los “dones - persona”, como algunos los llaman). 2º. A las capacidades recibidas por esas personas (los ministerios en sí).

En el primero de los casos, los “domas” como personas, son los regalos de la gracia de Dios a la Iglesia. Son dados en regalo, obsequiados, ofrecidos por Jesucristo a la Iglesia Universal, para su edificación, en virtud de la autoridad que Él obtuvo luego de su resurrección, ascensión y entronización en Gloria (vv. 8 - 10).

La idea exacta de lo que queremos decir se encuentra plasmada en la construcción sintáctica empleada en el versículo 11. Lacueva traduce directamente del griego: “Y él dio unos, apóstoles; otros, profetas; otros, evangelistas; y otros, pastores y maestros”.

Los vocablos “apóstoles”, “profetas”, “evangelistas”, “pastores” y “maestros” están en acusativo, o sea, ejercen función de objeto directo. En otras palabras, lo que el versículo está diciendo no es que Cristo dio o regaló un apostolado, o un pastorado, a determinadas personas; sino que él dio apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, como regalo a la Iglesia.

Esta idea se refuerza con Números 8:19, donde Dios habla: “Yo he dado en don a los levitas, a Aarón y a sus hijos, de entre los hijos de Israel, para que ejerzan el ministerio de los hijos de Israel en el tabernáculo de reunión y reconcilien a los hijos de Israel...”

El segundo de los casos, o sea, el que se refiere al “doma” como la capacidad dada a la persona, será analizado con más amplitud cuando nos refiramos a los dones ministeriales de Efesios 4.

Una definición de “doma” o don ministerial.

Un ministerio, don ministerial o “doma” es una capacitación o dotación otorgada por Cristo a un miembro del Cuerpo, el cual es constituido para realizar una labor que edifica a la Iglesia, no sólo en el ámbito local, sino en el ámbito universal, con el propósito de alcanzar al mundo perdido.

El ejercicio de los “doma”: sus requisitos.

En el marco del análisis de la actividad de los “doma” es necesario tener en cuenta dos factores importantes: los requisitos para su ejercicio, y el grado de autoridad de los mismos.

El ejercicio neotestamentario de los “doma” requería de ciertas cualidades, entre las cuales se encontraban: el tiempo, la madurez, la preparación y el reconocimiento de la iglesia. A los neófitos, aún cuando tuviesen un llamado y en ellos operasen los carismas, no les era permitido, dentro de la iglesia, ejercer las actividades inherentes a los “domas”.

¿Qué pruebas tenemos en la Biblia para afirmar esto?

1. Pablo fue constituido o hecho predicador y apóstol. De su conversión (Hechos 9, a so ordenamiento Hechos 13) pasaron alrededor de 13 o 14 años)

1 Timoteo 2:7:
“fui puesto” - en griego "tithemi": poner, colocar; asignar; instituir.

2. Los obispos o “epískopos” eran constituidos sobre las bases de ciertos requisitos que implicaban tiempo y madurez para su ejercicio. A un neófito no le era permitido ejercer este tipo de ministerio o servicio.

Tito 1:5: “ ... y constituyeses en cada ciudad ancianos(presbíteros). "Constituyeses", en griego, ”katastasis", del verbo"kathistemi": poner, colocar; establecer como jefe, (etc.) Un sustantivo abstracto derivado del mismo es "katastasis": instalación, institución, establecimiento; presentación de los embajadores en la asamblea del pueblo, etc. (1 Ti. 3:1-7)

3. Los diáconos fueron cargos constituidos (katastesomen – derivado de kathistemi) y tenían que ser sometidos a prueba primero y reunir una serie de requisitos para poder ejercer. (1 Ti. 3: 8-13).

4. Los ancianos (presbíteros), para ejercer su ministerio, tenían que tener una trayectoria, honor y haberse ganado un grado de dignidad, honor, reconocimiento, fidelidad e idoneidad en la Iglesia (1 Ti. 5:17-18.

5. El establecimiento de los ancianos tenía su reglamento con requisitos que llenar (Tito 1:5-9) para poder ejercer su ministerio.

6. El caso de Pablo es un ejemplo tipo de “dómata o doma constituido” (katades)
Pablo no se hizo a sí mismo ministro, él “fue hecho” (1 Tim 2:7:Ef. 3:7) fue un proceso, (Gá. 1:18 y 2:1; 2 Co. 3:4-6).

El grado de autoridad de los “doma”.

Para entender las relaciones de autoridad entre los “domas”, es necesario definir los siguientes términos: autoridad apostólica, autoridad oficial y autoridad funcional.

Por
autoridad apostólica entiendo, en primer lugar, el ejercicio conjunto de la autoridad de los pastores y ministerios que están unidos en una confraternidad formal y reconocida dentro de un área previamente delimitada (campo o ciudad); y, en segundo lugar, la autoridad reconocida que descansa sobre los líderes de cada denominación organizada, bajo los cuales están sujetos todos los otros ministerios y capacidades especiales propios de estos; y aún mas, aunque no sean reconocidos o llamados como tales. *

Al grupo de ministerios mencionados en el primer caso, solemos llamarlo aquí en Argentina “Consejos Pastorales”. Me detengo a explicarlos mejor, ya que el segundo tipo de autoridad apostólica es tradicionalmente conocido y se conoce bien su funcionamiento. Los Consejos Pastorales se reúnen periódicamente para orar, trabajar y proyectar juntos actividades de interés general, sin afectar, por esto, su identidad y gobierno denominacional al cual están sujetos, sin menoscabar la autoridad ministerial de cada uno de sus integrantes ,y sin limitar las actividades de las Iglesias Locales. Es bueno que se entienda que los consejos pastorales no sustituyen las instituciones representadas dentra de éstos, tampoco están creados para EJERCER AUTORIDAD SUPREMA sobre sus miembros, sino que están y funcionan dentro de su area territorial como entidad consultiva y consejera solamente.
Los Consejos pastorales respeta las autoridades representadas dentro de éstos, los reconoce, promueve el espíritu frataternal y unidad espsiritual. Es una entidad que marcha paralela para ayuda y bendición de las ciudades donde se encuentran establecidos.

Los “Consejos Pastorales” interdenominacionales han surgido como producto del trabajo del Espíritu de Dios dentro del cuerpo pastoral de diferentes ciudades, y como un paso mas al producir un sentir unánime de unidad espiritual entre los integrantes del mismo. Ellos hacen provisión para la comunión entre los hermanos y para producir un buen testimonio en la comunidad. Son el filtro por el cual pasan ministerios foráneos y se constituyen en “puerta” por la cual han de entrar estos. En las ciudades y localidades, los Consejos Pastorales que funcionan bien son salvaguardas del rebaño contra los “leones”, “lobos”, “ladrones y salteadores”, “asalariados” y “extraños”. Valga aclarar que cuando algún ministerio especial es invitado a través del Consejo de pastores y es de interés general y afecta a cada congregación local, los invitados pueden sentirse en plena libertad y cómodos al sentir el respaldo de un cuerpo pastoral bien constituido y que les ha dado el visto bueno para ejercer su ministerio en esa localidad..

La experiencia nos ha enseñado la importancia que tienen los consejos pastorales en el quehacer general de la Iglesia de cada lugar. Muy especialmente como salvaguardas y promotores, fomentadores y mantenedores de la unidad espiritual del Cuerpo de Cristo.
En fin, dentro de los Consejos pastorales son reconocidos los ministerios de cada Institución Evangélica sin menoscabo de su sistema de gobierno y oraganización internas.

Por
autoridad oficial entendemos la autoridad intrínseca de cada doma o ministerio, llamados por algunos “ministerios oficiales”, (el nombre no es lo importante) o sea, aquella que les fue otorgada en el momento de su constitución. En este sentido, los cinco – mencionados en Efesios 4:11 -, están en el mismo nivel o rango, o sea, tienen el mismo grado de autoridad oficial. Ninguno es superior al otro. Cada cual cumple un papel preponderantemente importante y ejerce su autoridad en áreas bien delimitadas. Por ejemplo, el maestro es una autoridad en su campo de acción, así como el evangelista lo es en el suyo. En la ministración conjunta o simultánea de estos no se hay razón de producir el menoscabo de alguno de ellos, o la exaltación de uno en detrimento de los demás.

La
autoridad funcional se entiende como el reconocimiento de un ministerio oficial colocado en posición ya sea de eminencia o de subordinación en un área de acción determinada.

Yo la entiendo como la autoridad del "doma" dentro del ejercicio de su función, y es vertical pues se da en diferentes grados de posición de autoridad. Al mismo tiempo, es bidireccional, puesto que un ministerio oficial debe estar siempre sujeto a una autoridad apostólica, y puede estar temporalmente sujeto a otra autoridad oficial que tenga un ministerio similar o diferente; pero, al mismo tiempo, puede estar también sobre otros ministerios puestos bajo su cuidado y dirección.

En otras palabras, un ministerio oficial siempre está colocado (o, al menos, debería estarlo) en posición subordinada bajo una autoridad apostólica (entiéndase por los líderes a los cuales están sujetos). Pero también, cuando una autoridad oficial se coloca bajo el área de autoridad de otro ministerio oficial, y asume un estado de sujeción producto de su trabajo bajo el área de autoridad ajena, ella se convierte en autoridad funcional, ya que su autoridad está restringida a la actividad específica que realiza bajo el ministerio del otro. Cuando termina su trabajo, retoma su autoridad oficial.

Algunos ejemplos pueden ilustrar este principio:

Traigamos a la mente un ministerio reconocido: el equipo evangelístico “Mensaje de Salvación”, de nuestro querido hermano Carlos Anacondia. Él es un evangelista que, en su área de autoridad, está colocado funcionalmente en dos sentidos: hacia arriba, porque él está sujeto a una autoridad superior de tipo apostólico, representada por la organización a la cual pertenece; hacia abajo, pues él ha sido colocado en una posición de eminencia sobre los ministerios que están funcionando bajo su cobertura. Tomemos ahora a un ministro que trabaja dentro del equipo, al hermano Pablo Bottari. Él es un maestro de la Palabra que ejerce su acción muy especialmente en el área de Liberación. Más allá de la autoridad apostólica a la que él pueda estar subordinado (organización o denominación a la que pertenece), en su trabajo ministerial, él está funcionalmente bajo la autoridad del evangelista Carlos Anacondia. Al mismo tiempo, él está colocado funcionalmente sobre aquellas personas que, temporal o permanentemente, trabajan con él en el área de liberación.

El segundo ejemplo lo encontramos en un Instituto Bíblico, donde maestros de la Palabra están colocados funcionalmente bajo la autoridad de directivos que comparten el mismo ministerio oficial, pero que, funcionalmente, están en posición de eminencia.

Finalmente, pensemos en una iglesia donde hay un pastor constituido y reconocido, y líderes que ejercen ministerios en diferentes áreas del quehacer de la Iglesia. Estos líderes están colocados funcionalmente bajo la autoridad de ese pastor principal.

El ministerio pastoral es un ministerio de gobierno de suama importancia y preponderancia dentro de la Iglesia Local. (Zac. 13:7; 1 P. 5:2; Jn. 10). Al pastor se le impone la responsabilidad y la carga de dirigir su grey hacia los fines estipulados por Dios. Los demás dones y ministerios locales están sujetos al gobierno pastoral. (He. 13:7; 1 Ti. 3:5; Tit. 1:7; 1 P. 5:2). Siempre que se ha subvertido el orden y se ha hecho lo contrario, se ha producido el caos y la confusión dentro de la Iglesia. El ministerio pastoral está sujeto a la autoridad apostólica constituida por los dirigentes de su organización o denominación, y puede constituir parte de la autoridad apostólica de los consejos pastorales, en su localidad. Los demás ministerios, dones y capacidades ejercidos dentro de la Iglesia Local están en una posición de sujeción al gobierno pastoral, aún aquellos ministerios oficiales que temporalmente se desarrollan bajo su cobertura. Por ejemplo: el evangelista que viene a dar una campaña en la Iglesia Local.

Para concluir este aspecto, quiero hacer énfasis en la necesidad de la Iglesia de entender la importancia que tiene toda esta gama de capacidades para su desarrollo y madurez; la necesidad e importancia que tiene su aplicación práctica y correcta dentro del Cuerpo para un funcionamiento eficaz y la necesidad de la inclusión de cada uno y sin exclusión de ninguna de estas capacidades para su perfección logrando, de esta manera la aspiración máxima de Jesucristo: SU UNIDAD.

Diferencia entre los dones del Espíritu Santo, los ministerios y el fruto del Espíritu.

Para que entendamos la diferencia entre los dones del Espíritu, los ministerios y el fruto del espíritu, veamos la siguiente tabla:
DONES:
Fuente: El Espíritu Santo
Propósito: Para provecho, efificación y ayuda.Como se producen: Instantáneamente
MINISTERIOS:
Fuente: JesucristoPropósito: Perfección y capacitación de los santos para realizar la obra del minisrterio, edificación, crecimiento.Cómo se producen: Llamamiento inicial. Proceso en el tiempo. Proceso en la experiencia. Proceso en su capacitación. Reconocimiento de la Iglesia. Constitución oficial.
FRUTO:
Fuente: El Espíritu SantoPropósito: Madurar el carácter cristiano y conducirlo a una vida de santidad.Cómo se produce: Progresivamente. Implica maduracion“PARA QUE CRISTO SEA EN TODO GLORIFICADO” 1 Pedro 4:4
La Iglesia Local como depositaria de los dones y ministerios.

La Iglesia local es la madre de los dones y ministerios. El Espíritu Santo los “engendra” dentro de ella dentro de ella y Jesucristo los elige de dentro de ella. Es en el seno de esta estructura local, donde Dios comienza a manifestarse con especialidad para edificar a Su pueblo, y para que éste pueda lanzarse a la conquista del reino de las tinieblas.

Proceso

Inmediatamente que la persona se convierte al Evangelio, Dios lo convierte en un hijo de Él y el Espíritu Santo lo introduce o bautiza (sumerge) dentro del Cuerpo: La Iglesia (1 Cor. 12:13)

Dios hace una distribución de los miembros del Cuerpo, de acuerdo a su voluntad, y los coloca en un lugar determinado, y para una función determinada. Toda esta dinámica está reflejada en los siguientes actos soberanos de Dios:

1. El Espíritu Santo reparte como Él quiere (12:11).

2. Dios ordena el cuerpo (12:34).

3. Dios pone los ministerios dentro del Cuerpo (12:28).

4. Dios capacita a cada miembro para realizar su trabajo (Efe. 4:16).

5. El Espíritu Santo vitaliza todo el Cuerpo, y pone a funcionar toda esta estructura espiritual, de una forma ordenada y acoplada.

El no haber entendido el papel que juega la Iglesia Local en la formación de sus capacidades espirituales es lo que ha traído por consecuencia la mala interpretación y aplicación de los mismos. Por regla general cuando leemos libros que tratan de explicar la naturaleza de los dones, comienzan con el mismo don, descontextualizándolo del lugar de su origen. Es imposible hacerse un concepto real de estas capacidades si no comenzamos por entender la naturaleza de la Iglesia, pues es ella la progenitora, sustentadora, y lugar apropiado para su manifestación y desarrollo.

SEGUNDA PARTE: LOS DONES MINISTERIALES O DONES PERSONAS: UNA DESCRIPCIÓN

El Apóstol Pablo menciona solamente cinco dones ministeriales (domas) constituidos por Cristo dentro de la Iglesia: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Efe. 4:11) A veces se cuestiona si estos ministerios oficiales son cinco o cuatro ya que en la lista aparece la frase “pastores y maestros” interpretándolo algunos como una unión de las dos capacidades en una. Sin embargo, puedo decir al respecto que, aunque la Biblia enseña que el pastor “debe tener la capacidad para enseñar”, o sea debe constituirse en un maestro de la Palabra para lo cual tiene que conocerla, también el ministerio de la enseñanza se muestra en la Biblia como ejercitándose independientemente al ministerio pastoral. En 1 Corintios 14:26 nos dice que, dentro del ejercicio del culto: “...cada uno puede tener un himno, UNA ENSEÑANZA, una revelación,...” etc. . En 12:29 dice: ¿son todos apóstoles, son todos profetas, ¿SON TODOS MAESTROS?, hacen todos milagros?... etc. Si comparamos la construcción gramatical de Efesios 4:11, “pastores y maestros” con Hechos 13: 1 “profetas y maestros” nos damos cuenta que no hay diferencia entre una y otra. Bien pudiéramos interpretarlo como la unión de los dos ministerios en una persona, como la independencia de los dos ministerios ejercidos por dos personas diferentes. La Biblia nos enseña la manifestación de más de una capacidad espiritual en una persona también.

El otorgamiento de estos ministerios es producto de la victoria de Cristo sobre la muerte, por medio de Su resurrección y, muy especialmente, por medio de Su ascensión y entronización en el cielo “a la diestra del Padre” (Ef. 4:8-10). Ahora Jesucristo está en capacidad de proveer al Cuerpo, las capacidades especiales que éste necesita para su funcionamiento, su desarrollo y crecimiento. Estas capacidades especiales cumplen con los objetivos divinos: “la obra del servicio y para edificar del cuerpo de Cristo” . (Efesios 4:12). Recordemos que estos “dones” son capacidades “otorgadas” a personas “constituidas” por Jesucristo y “dadas” a la Iglesia” como regalo, para que realicen un trabajo abarcativo y universal.

En relación con importancia de cada uno, ninguno de los ministerios es más importante que otro. En relación con la autoridad, cada uno ejerce su autoridad dentro del radio de acción que abarca su ministerio. Las razones nos la da la Palabra Infalible. Estudie Efesios 4:1-16 y se dará cuenta de lo siguiente:

1°. Todos fueron constituidos por la misma persona: JESUCRISTO.

2°. Por lo cual todos tienen la misma fuente,

3°. Cada uno realiza una función insustituible dentro de la Iglesia pero
complementarla.

4°. Todos ellos tienen los mismos objetivos.

5°. A todos se les concede el mismo grado de autoridad ejercido dentro del radio de acción de su manifestación.

6°. Cualquiera de ellos que falte, afecta la totalidad del misterio universal de la Iglesia. Por tanto es necesario reconocerlos y utilizarlos a todos.

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL.

Sus raíces.

No podemos decir que el ministerio apostólico propiamente dicho lo podamos encontrar en el A. T. Más bien, en ese período y especialmente a raíz del ministerio de Samuel, el profeta realizaba una labor de carácter profético-pastoral, a veces itinerante. Sin embargo el Apostolado aparece como una novedad del Nuevo Testamento por las características especialísimas que lo conforman.

La historia del ministerio apostólico está plasmada en los evangelios. Este va surgiendo de una forma progresiva. Como el colector de flores en un jardín, Jesucristo fue eligiendo. En el evangelio de Mateo y Marcos se nos mencionan los primeros cuatro: Simón, Andrés, Jacobo y Juan, estos dos últimos hijos de Zabedeo (Mat. 4:13-23; Marc. 1:26). Posteriormente es elegido Leví, llamado Mateo (Mat. 9:9; Marc. 2:13). En Lucas, aparecen primeramente Simón, Jacobo y Juan (5:3-10), Leví aparece después (5:27-32) En Juan 1:35-51 aparecen detalles de algunas circunstancias que no se encuentran en los otros, pero vemos siempre los primeros aparecer ante nosotros y posteriormente a Felipe y Natanael. En El capítulo 10 de Mateo, Marcos 3:13-19 y Lucas 6:12-15, vemos a Jesús completando el número de aquellos, que definitivamente habrían de ser “los Apóstoles de Jesucristo”.

Es dentro de este contexto que hay que examinar la naturaleza y los mecanismos utilizados por Jesucristo, que nos muestran el comienzo de este primer ministerio que él mismo instaura. En esos momentos todavía no se había manifestado la Iglesia como tal a raíz de Pentecostés. Hay una serie de factores comunes en su elección:

Fue una elección sobre las bases de la responsabilidad producto de la naturaleza de ese acto tan solemne y trascendente. En Lucas 6:12 nos dice que, inmediatamente antes de proceder a la elección definitiva de sus apóstoles de adentro de todos aquellos que para esa fecha ya le seguían: “Por aquel tiempo se fue Jesús al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Al llegar la mañana llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos y les llamó APÓSTOLES” . Marcos (detallista como siempre) nos revela algunos aspectos más sobre este acto de la instauración del ministerio apostólico y nos dice que Jesús “subió al monte” (lugar donde estuvo orando según Mateo). Este acto de subir sugiere un ambiente de recogimiento, meditación, sustracción, y comunión con Su Padre. Subió para pedir dirección en relación con aquellos que iban a constituir el fundamento de la formación de la gran empresa que iba a comenzar. No era cualquier cosa. El acto del llamamiento al apostolado era un acto solemne y responsable que requería cuidado y temor santos.

Nos sigue diciendo: “Y escogió a doce”. “Y estableció a doce” (V.R.V. 60, v. 14). Nos muestra que el acto para establecer o elegir ministerios solo le corresponde a Jesucristo. Esta es una prerrogativa exclusiva de él. Él llama y constituye. El hombre solo reconoce y utiliza el ministerio. Las palabras que siguen son muy sugestivas: Marcos apunta: “llamó a los que él quiso, los cuales se reunieron con él”. La R.V. traduce “para que estuviesen con Él”. Antes de ser enviados tuvieron que estar primero con Él. Lo más importante para Dios es el tiempo que sus ministros pasan con Él. Es el tiempo el elemento que él utiliza para enseñarlos y formarlos. La formación de un ministerio es un proceso en el tiempo con Dios. Aunque él está interesado en lo que tú vas a hacer a favor del hombre, mas interesado está en lo que él va a hacer a favor tuyo y lo que tú vas a ser para Él. Él no quiere ministros de “vuelta y vuelta”, prematuros, inmaduros y neófitos, Él quiere ministerios formados y esto no se produce en dos días. Ocúpate, no tanto en lo que tú quieres hacer para Él, sino más bien en lo que Él quiere hacer por ti y en ti. Dale tiempo a Él.

Seguidamente Él define su vocación y propósito: “Comenzó a enviarlos a predicar”. Fíjate el orden: llamamiento, tiempo de preparación, y después envío. Es posible humanamente dar un salto del primero al tercer escalón pero, a la postre, el fracaso viene. Todo es también cuestión de tiempo. El propósito es “predicar” y para esto el Señor tuvo que tomar tiempo, primero para “instruirlos”. Fíjate en la secuencia: “
Reunió a sus doce discípulos, y les dio autoridad para expulsar a los espíritus inmundos...” Mat. 10:1; “Jesús envió a estos con las siguientes instrucciones” v. 5; “Donde quiera que vayan prediquen este mensaje: El reino de los cielos está cerca...”. En otras palabras primero llamó, después instruyó y por último envió. (Compárese con Mat. 4:18-25 con 5:1-2; cap. 10, etc.) Ellos estuvieron alrededor de tres años y medio con Jesús, en la escuela de la teoría y la práctica, después de lo cual, y a raíz de Pentecostés, fue que comenzaron a ejercer realmente sus ministerios apostólicos. El Espíritu Santo los ordenó formal y funcionalmente como Apóstoles. Así fueron reconocidos por toda la Iglesia.

“Y que tuviesen autoridad...” Autoridad apostólica respaldada por señales y milagros hechos en el Nombre de Jesús. (Véase 2 Cor. 12:12). La autoridad apostólica iba encaminada hacia dos áreas: la espiritual y la física. En el área espiritual esta autoridad tenía el propósito de subyugar el reino de Satanás por medio de la liberación de las almas de sus garras, y el gobierno y administración de la economía de la Iglesia; y en el área física por medio de la liberación de la enfermedad y otros males físicos. Esta actividad en estos dos campos producirían la conformación de un pueblo restaurado y redimido: LA IGLESIA.

Resumiendo el acto original del llamamiento al apostolado según el formato primigenio, concluimos:

1°. Fue un acto de la libre y unilateral voluntad de Jesucristo para llamar a los que él quiso.

2°. Fue un acto donde manifestó gran responsabilidad.

3°. La elección al apostolado fue limitada a algunos.

4°. Este acto constituyó un establecimiento del ministerio y donde por primera vez le llamó “apóstoles” .

5°. Estableció el propósito de ese ministerio: “Estar con él” (tiempo completo), "para instruirlos" (enseñanza), “para que predicasen” (ministerio de la Palabra).

6°. Hubo un tiempo de preparación y capacitación para comenzar a fungir como tales.

7°. Cuando llegó el tiempo fueron lanzados al pleno ministerio para realizar una labor de carácter universal, desùés de Pentecostés.

Sus características.

1. De ellos se dice: “Dejándolo todo le siguieron”, “Se levantó y le siguió”. A la persona que ha sido llamada a un trabajo de carácter apostólico le caracteriza un espíritu despendido y sacrificado; dado a su trabajo, amor por Cristo y su obra. “No se embaraza en los negocios de esta vida a fin de agradar a aquél que lo tomó por soldado” . La N.V.I. traduce: “Ningún soldado que quiera agradar a su superior se enreda en cuestiones civiles” (2 Ti. 2:4)

2. Capacidad para liderar. Como líder va adelante, toma la iniciativa, da el ejemplo. Él sabe dónde ir, lo que tiene que hacer; siempre tiene una propuesta, un nuevo emprendimiento, una meta definida, una visión trascendente y amplia de la obra que Dios le ha encomendado.

3. Mente amplia y apertura de corazón. Tiene que tener una comprensión excepcional de la naturaleza humana, una capacidad extraordinaria para identificarse con las gentes y un corazón generoso para ayudar.
4. Una capacidad tremenda y suficiente humildad para dejarse ayudar. Para esto tiene que oir con sus dos oídos. Tiene que tener un caorazón abierto para artesorar el consejo. Una voluntad dócil para rectificar el error y tomar el camino derecho.

Proyección histórica del ministerio apostólico.

La palabra “apóstol” significa “enviado”. Especialmente “enviado para llevar un mensaje” , “portador de un mensaje”.

En el Nuevo Testamento esta palabra, aplicada al ministerio tiene sus usos. Según los estudiosos de la Palabra:

1º. Se le aplicó originalmente a “los doce discípulos” (Mat. 10:1-4). “Las dos cualidades para ser apóstol eran: primeramente que hubiesen andado con el Señor Jesús durante su ministerio terrenal; segundo, que hubiesen sido testigos de su resurrección”. (Hechos 1:21-22) (Pearlman).

2º. Al fallar Judas, hubo que suplir la falta entre los doce, y se eligió, en su lugar, a Matías, al que se le llamó también Apóstol.

3º. Pablo y Bernabé fueron llamados y enviados como apóstoles (Hech. cap.13:1)

Tres razones nos hacen entender que el apostolado, como ministerio, no tiene un carácter restrictivo, en relación con los doce apóstoles:

1º. Por las diferentes formas en que esta palabra fue usada y aplicada en el N. T., tal y como ya lo hemos visto.

2º. Porque independientemente a los doce originales, otros fueron reconocidos como apóstoles posteriormente: Matías, Pablo, Bernabé.

3º. Porque Pablo nos lo muestra como uno de los cinco ministerios concedidos por Cristo a la Iglesia, muchos años después de la elección de “los doce”.

4º. Por la experiencia de su manifestación a lo largo de la historia de la Iglesia. Hombres, que con una visión universal han sido promotores de grandes movimientos.
Por causa de todo lo anterior, podemos definir al apostolado como una capacidad sobrenatural otorgada por Cristo, el cual constituye a algunos miembros del Cuerpo para ser promotores de grandes movimientos cristianos, llevando el mensaje del evangelio a dentro y fuera de sus países, estableciendo Iglesias y capacitando sus ministerios para el desempeño cabal de su vocación y posterior extensión.
Como apóstol salido de dentro de la Iglesia y como un “abortivo” (1 Cor. 15:8) después de Pentecostés, podemos tomar como ejemplo a Pablo. Conocido por su peculiar conversión al cristianismo y su experiencia de llamamiento directo de Jesucristo para el apostolado. Este aspecto va encaminado a ayudar a aquellos que tienen el testimonio de ser llamados a realizar este ministerio y puedan lograr sus metas pero también para prevenir a aquellos que se auto titulan “apóstoles y no lo son” (2 Cor. 13:3). Te invito, pues, a recorrer el camino de Pablo:
Perspectiva del que llama: Cristo.
- “ese hombre es mi instrumento escogido” .- (Hch. 9:15).

La elección divina es lo primero que se produce en relación a la constitución de los ministerios. Este es una constante a través de toda la Biblia y de ello está consciente el escogido cuando es llamado. Esta elección está dentro de los límites de la soberanía y providencia de Dios y no tiene nada que ver con condición física, ni social, ni intelectual, ni económica. De esto estaba consciente el apóstol Pablo (Gá. 1:15). Esta acción fue ratificada, justo en el momento en que Dios le ordena para el comienzo de su labor apostólica (Hch. 13:2).

- “
Para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel” 8HCH. 9:15b).

Jesucristo revela el propósito divino definiendo la vocación del elegido. De esto también llegó a tener conciencia Pablo. (26:18). El trabajo es de carácter universal, amplio, irrestricto, incontenible, ilimitado, general, sin fronteras, abarcativo, trascendental, conquistador.

- “
Yo le mostraré cuanto tendrá que padecer por mi nombre”.

El sufrimiento, las aflicciones, las persecuciones, las incomprensiones, la oposición, pero también la madurez y capacidad para asimilar todo esto y mantenerse inflexible e inconmovible ante el desafío que representó su apostolado, son partes del ejercicio de este ministerio. De esto, también Pablo tenía conciencia.

- “
Me he aparecido a ti con el fin de designarte siervo y testigo de lo que has visto de mi y de lo que te voy a revelar” (Hch. 26:16).

Jesucristo le confirmó personalmente lo que le había confirmado a través de Ananías y a la vez lo alertó para que estuviera preparado para recibir dirección futura. Dios le mostró la naturaleza del trabajo que habría de realizar: (v. 18).

- “
Para que les abras los ojos...” (iluminación)

-“
y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios” (cambio, conversión)

-“
a fin de que por la fe en mi, reciban el perdón de los pecados y herencia entre los santificados” (esperanza).

- “
Ananías...Hermano Saulo , el Señor Jesús que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (9:17). “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para que conozcas su voluntad le dijo: El Dios de nuestros Padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y para que veas al Justo, y oigas la las palabras de su boca” (22:14).

El conocimiento de Su voluntad iba a ser imprescindible para el ministerio apostólico de Pablo. Pablo iba a ser promotor del movimiento más grande del Mundo y con repercusiones universales. Pablo no fue puesto para crear nada nuevo, sino para conocer la voluntad del Señor. Esa Voluntad iba a constituirse en el fundamento de ese Movimiento, y esa voluntad, no era otra cosa que la revelación de las verdades fundamentales que iban a ser el sostén doctrinal y espiritual de la Iglesia a través de las edades. La Voluntad de Dios, plasmada en su Palabra, es el fundamento para la sobre edificación de todos aquellos que iban a venir después para proseguir la obra. No podemos inventar nada nuevo. Sólo somos seguidores de lo antiguo que nunca envejece.

- “
Oigas la voz de su boca”: muchas voces se habrían de escuchar: dentro y fuera de la Iglesia. Pero él solo “sería testigo Suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído” (v. 15).
Ser Testigos de Jesucristo es el gran desafío del ministerio apostólico.
Y vi al Señor que me hablaba: ¡Date prisa! Sal inmediatamente de Jerusalén, porque no aceptarán tu testimonio acerca de mi...” “Pero el Señor me replicó: vete, yo te enviaré lejos, a los gentiles 22:18 y 21” Como apóstol recibió órdenes concretas y directas del mismo Señor como éste se lo prometió. Muchos peligros iban a presentarse en todo el desarrollo de su ministerio apostólico, pero fiel iba a ser el Señor para librarlo y ayudarlo a continuar su obra. ( 9:23-24; 23:12, etc.) de tal forma que iba a poder decir más tarde "El Señor me librará me libertará de todo mal y me preservará para su reino celestial” ((2 Tim 4:18).

El apóstol es aquél que recibe órdenes concretas y precisas de parte de Jesucristo, sabe lo que va a hacer y se mueve con seguridad.

“A la noche siguiente el Señor se le apareció a Pablo y le dijo:¡Animo! así como has dado testimonio de mi en Jerusalén, es necesario que lo des también en Roma”.- (23:11) Como apóstol, el ánimo y el apoyo iban a venir directamente de lo Alto. En sus momentos críticos, confrontado con el rigor continuo de la oposición del enemigo, el peligro y la prueba, en medio del abandono de sus amigos , él pudo decir “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por medio de mí se llevara a cabo
la predicación del mensaje y lo oyeran todos los paganos.” (2 Tim. 4:17). Este principio regiría a todos los que después de Pablo vendrían. Ni el reconocimiento, ni el consuelo, ni el apoyo vendrán con más eficacia sino de Jesucristo que está siempre al lado de los que Él llama.

“Por lo demás me espera la corona de Justicia, que el Señor , el Juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mi, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida”- El apóstol Pablo “tenía puesta su mirada en el galardón” celestial. Nunca esperó galardones humanos, nunca los obtuvo. Sintió la angustia del abandono, de la soledad. Fue muerto decapitado. Este fue el pago de los hombres, algunos de adentro, otros de fuera. Pero él estaba seguro que su Redentor, su amado Salvador no le fallaría.
La perspectiva humana, proceso del reconocimiento y aceptación del ministerio apostólico de Pablo por parte de la Iglesia: Hechos y Gálatas 1-2
Dios procesa los ministros. Él los forma . Es dentro del entorno del Cuerpo que Él los va modelando. Fuera del cuerpo, Él no produce ministerios. Es en dependencia y sujeto a la Iglesia que los siervos son formados. Saulo tendría que tornarse en Pablo. Antes de esto, no podía proyectarse en el apostolado. El reconocimiento y aceptación de la Iglesia no fue prematuro. Tampoco comenzó su ministerio apostólico como por arte de magia. Todo fue un proceso como a continuación vamos a ver.

A raíz de su conversión bajo el cuidado y dirección del profeta Ananías y de Bernabé, él lleva a cabo su crecimiento en el entorno de la Iglesia Local: “ y enseguida se dedicó a predicar....afirmado que Jesús era el Cristo” (Hechos 9:20) “Todos los que le oían se quedaban asombrados y preguntaban ¿No es este el que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocan ese nombre”(9:21) Bajo la amenaza de muerte, por parte de los judíos, los discípulos le enviaron a Jerusalén (vs. 23-26), donde los discípulos de este lugar le “tenían miedo, porque no creían que de veras fuera discípulo” (v. 26).

Bernabé lo tomó y lo presentó ante los Apóstoles, testificando sobre la experiencia de Saulo, de camino a Damasco, y su testimonio público de cómo hablaba valerosamente en el nombre de Jesús. De allí los hermanos lo llevaron a Cesarea y después a Tarso. De ahí en adelante no se habla más de él hasta el Cap. 13, Pero su testimonio en Gálatas llena este tiempo.

En Gálatas, el mismo Pablo añade algunos detalles más: de Jerusalén se fue a en Arabia, después volvió a Damasco. Tres años más tarde subió nuevamente a Jerusalén para “ver a Pedro” y estuvo 15 días con él. Posteriormente fue a las regiones de Siria y Cilicia, (1:18-23). Pasados 14 años, volvió a Jerusalén con Bernabé y Tito, y esto por revelación de Dios. Allí sufre la persecución y vigilancia de “los falsos hermanos” “introducidos a escondidas” (v. 4) pero también, es “reconocido” por parte de Jacobo y Juan que eran “columnas de la Iglesia” (v. 9) , quienes “le dieron la señal de compañerismo” para que ellos (Pablo y su equipo) “fueran a predicar a los gentiles como los otros a la circuncisión” ((v. 9).

Es entre 12 y 14 años después de su conversión, tras haber pasado todo un proceso de rechazos y aceptaciones (46 D.C.) que el capítulo 13 del Libro de los Hechos nos narra la historia de su ordenación al ministerio y comienzo oficial de su ministerio apostólico. Este fue un acto solemne. No ocurrió en la casa de Saulo mientras él veraneaba y tomaba un descanso. No, el evento se produjo en el entorno y dentro de la Iglesia Local, lugar donde había profetas y maestros, donde había una serie de líderes ayunando, orando, ministrando y bajo los cuales Saulo estaba sujeto. Allí fue donde el Espíritu Santo habló y dijo: “Apartadme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado”, “Así que, después de ayunar, orar e imponerles las manos los despidieron”. “Bernabé y Saulo, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, predicaron la palabra de Dios...” A raíz de esta experiencia, comenzó formalmente el ministerio a los gentiles; Saulo dejó de ser Saulo y empezó a llamarse Pablo. (v.9 y 13).

No terminarían las luchas, sino que comenzaría una larga carrera de batallas y victorias que culminarían con la expansión del evangelio y el establecimiento de la Iglesia en todo el mundo conocido. ESTO ES UN MINISTERIO APOSTÓLICO.
Perspectiva personal de Pablo sobre su ministerio apostólico.

Naturaleza del ejercicio de su apostolado: Es necesario tener en cuenta qué principios regía la actividad apostólica de Pablo que nos ayudarán a orientar este ministerio en la actualidad. Lamentablemente, algunos autotitulándose apostoles en la actualidad se han ido por la tangente, porque nunca tuvieron ni la visión ni el verdadero objetivo de ese ministerio y aprovechando de su "autoridad" han incursionado en actividades y en lugares fuera del contexto del accionar de una verdadero apóstol. Analizando la actividad apostólica de algunos "prominentes ministerios" de este tipo y contrastándolo con los principios fundamentales que rigen un verdadero apostolado desde del punto de vista bíblico he llegado a las siguientes conclusiones relativas a las fallas del ejercicio de esos ministerios:

Antes, es necesario aclarar algunas cuestiones de suma importancia para poder mantener un equilibrio. Sabemos que hay, por regla general, dos tendencias: o aceptarlo todo, o rechazarlo todo.

1. Es necesario entender las dos proyecciones del ministerio apostólico en el Nuevo testamento, para no cometer el error de rechazar todo lo que se muestra como ministerio apostólico o irse al otro extremo de aceptar todo lo que se muestra como ministerio apostólico. La VERDAD tiene dos extremos sobre un punto medio de apoyo. Los extremos solo contienen parte de la verdad, y la verdad en parte, no es verdad; el centro aúna y canaliza la verdad.

En este caso, y producto de “aquellos que se dicen ser apóstoles y no los son”, producto de todos los desastres que estos mal llamados y autotitulados apóstoles han cometido a través de la historia de la Iglesia, y persisten en la actualidad, tendemos a rechazarlo todo, a adoptar una actitud negativa en cuanto a este ministerio y a la falta de reconocimiento de los que verdaderamente son.

Pasa, en la actualidad, como aquellos que rechazan de plano el bautismo del Espíritu Santo, sus dones, producto del extremismo de algunos que ignoran el funcionamiento de ellos.

2. Tenemos que considerar el apostolado primigenio, el llamamiento de los 12 como base y fundamento sobre el cual se edifica la Iglesia junto con “la piedra angular”: Jesucristo. Sobre ellos recayó la responsabilidad de escribir el Nuevo Testamento; aunque no todas los apóstoles escribieron parte del N. T. y otros que no fueron apóstoles como Lucas, Marcos y posiblemente el autor de la epístola a los Hebreos, que aunque no fueron apóstoles escribieron parte del N. T.

3. Que Pablo, que no estaba dentro del llamamiento primigenio y “como un abortivo”, fue levantado posteriormente, junto con Bernabé, como apóstol de Jesucristo.

4. Que en la proyección histórica de la Iglesia, Dios ha levantado a hombres con un llamado especial para realizar una labor apostólica de carácter nacional y mundial; promotores de grandes movimientos dentro y fuera de sus países. Los ha levantado con una capacidad liderística fuera de lo común. Personas con un ministerio reconocido por la Iglesia, aún y aunque no son calificados como apóstoles.

5. Que los “falsos apóstoles” son identificables por las características de su labor, por las características de sus actitudes, por las características de sus pretensiones y por la nocividad de sus acciones.

6. Que no es justo, ni es honrado anular y no calificar un ministerio por temor. Jesús los calificó, a pesar de todos los errores que cometieron aquellos que él llamó. Somos capaces de calificar al maestro, al evangelista, al pastor y a veces al profeta, ¿y por qué no honrar a los nuestros calificándolos como apóstoles considerando la labor y trayectoria de su trabajo a través de los años?

7. Que en el ejercicio correcto del apostolado no se puede inventar nada nuevo. Las nuevas revelaciones es una pretensión. Ya que el apostolado actual va encaminado a proclamar El Mensaje para ganar al hombre perdido para Cristo.
Características de los ministerios apostólicos transnacionales con pretensiones mundiales:

1ro. La tendencia de construir una superestructura de carácter piramidal donde cada apóstol reclama una revelación especial de Dios para que sirva de directriz para todas las organizaciones eclesiásticas.

2do. Las contradicciones que hay en cuanto a planes y propósitos de cada uno que al fin y al cabo no se sabe quién es o no es inspirado por Dios.

3ro. Control, por medio de la enseñanza exclusiva a través de todos los medios. Libros, audio y videos casets, DVD, televisión, revistas, etc. La pregunta es, ¿no hay enseñanza en otros lugares? ¿se le olvidaría Dios levantar maestros en otros territorios?

4to. Una estrategia “recibida de lo alto” que unifique el actuar de todas las Iglesias a nivel local, nacional y mundial. Y aquí cabe la pregunta ¿es que no hay otros apóstoles en otros lugares del mundo, inspirados por Dios, para suplir la necesidad de su nación, provincia o ciudad?

5to. Utilización de material humano ajeno, dentro y fuera de sus países de origen, utilización de miembros de Iglesias establecidas como si estas no tuvieran sus propios dirigentes, sus propias actividades y proyectos para el lugar donde Dios las ha colocado.

6to. Aplicación de una estrategia común sin tener en cuenta que cada uno de estos ministerios apostólicos, proféticos y pastorales de cada lugar han recibido, para su área de trabajo la estrategia que se adecua a sus necesidades.

8vo. La creación de redes llamadas “apostólicas” con “autoridad suprema” para regir los destinos de la Iglesia. Traté de encontrarlas, pero no hallé en la Biblia este modelo de redes internacionales.

¿Qué nos enseña Pablo, Pedro y demás apóstoles?. Veamos estos principios, NO LEYES:

1o. El apóstol era una persona que sabía delimitar el área de acción de su trabajo.-

Pablo, que se extendió hasta los “confines de la tierra”, reconoció, que antes que él ya había otros apóstoles que habían trabajado y abierto Iglesias dentro y fuera de Palestina, comenzando en Jerusalén. En el segundo viaje (por permisión divina) Pablo y Bernabé se comparten el trabajo apostólico. Ellos salieron con una estrategia común, pero Dios determinó otra cosa. (Hechos 15:36-41). Cada uno tomó un rumbo diferente proyectando su trabajo apostólico en diferentes campos misioneros. A estas alturas había Iglesias abiertas por Pedro, Felipe, Pablo, y otros creyentes que a causa de la persecución predicaron el evangelio también. (Hechos 11:19-21).
Dirigiéndose a los Gálatas reconoce la autoridad apostólica de Pedro, pero hace valer la de él también, delimitando áreas de autoridad y trabajo (Gálatas 2:6-9). Y dirigiéndose a los Romanos les decía: “Y de esta manera me esforcé en predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiera sido anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno , sino, como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; y los que nunca habían oído de él, entenderán” (Romanos 15:18-21).

2o. El trabajo principal del Apóstol es alcanzar lugares o regiones donde Cristo no ha sido predicado; levantando Iglesias, formando sus líderes, colocando el fundamento. La supervisión eventual de éstas hasta verlas maduras. (1 Ti. 1:3; Tit. 1:5).

Se ve en Pablo el espíritu de ayuda a las iglesias fundadas por él especialmente, su preocupación por sus congregaciones y líderes pero con respeto por aquellas Iglesias sus pastores; También notamos un espíritu de colaboración y respeto para aquellas que, aunque no habían sido levantadas bajo su ministerio, precisaban de su ayuda. Puede comparase el lenguaje que él utiliza cuando habla a los Gálatas (iglesia fundada por él) y a los romanos (Iglesia fundada por otro). Aunque a las dos les golpeaban situaciones similares, sin embargo, el tono con que habla a la Iglesia de Roma es más suave y ético que a los Gálatas.
Otro trabajo que no sea este está fuera de contexto y, en vez de bendecir, a la postre se verán los resultados negativos de tal actitud, atentando contra la unidad de la Iglesia.

3o. Los ministerios son concéntricos, donde Cristo es su centro común.

A Dios le ha placido hacer una distribución racional de los ministerios alrededor del mundo. Aunque todos dependen de él, sin embargo, ninguno se constituye en una máxima autoridad sobre otros. Aún, dentro del ejercicio de el ministerio apostólico primitivo, no se ve a uno solo preponderante y subordinando a los demás bajo su control. En la Biblia vemos el desarrollo normal de esos ministerios, como también vemos como rechaza la supremacía de uno sobre otro. (1 Cor. 1:12-15; Gálatas 2:6-10; Mateo 20:24-28).
Lo que nos revela en la epístola a los Romanos:-- Primero se consideró siervo de Jesucristo (1:1).
-- Llamado por Jesucristo a ser apóstol (1:1 ).
-- Apartado para el evangelio de Dios (1:1).
-- Su apostolado fue recibido (1: 5).
-- Se sentía deudor del mundo (1:14).
-- Y con carga por su nación (10:1), que se traducía en gran tristeza y dolor a tal punto que estaba dispuesto a perderse él si con su sacrificio podía lograr la salvación de su nación.
-- Se sentía un “ministro para ministrar” (15:16).
-- Con respaldo de Dios. (15:18-19).
-- Esforzado en su ministerio. (15:20).
-- Con visión universal (15:20).
-- Tenía para dar (15:24-29).
-- Era un hombre agradecido. Reconocía la ayuda y el ministerio de los cuales había recibido asistencia (16:1-16 ).
Lo que nos revela en las epístolas a los Corintios.-- Fue llamado a ser apóstol (1:1 ).
-- Enviado por Jesucristo (1:17 ).
-- Su mensaje fue de Dios (2:1-5).
-- Fue revelado por Dios y predicó con la sabiduría de Dios (2:6-16). --
Se consideraba colaborador de Dios (3:9).
-- Él fundamentó la Iglesia (3:10).
-- Se consideraba servidor de Cristo y administrador de los ministerios de Dios (4:1).
-- Era fiel (4:1).
-- Tenía buena conciencia (4:4).
-- Se presentaba como ejemplo de la Iglesia (4:6).
-- Estaba consciente de su capacidad para sufrir (4:9-14 )
-- Sentía amor paternal (4:17-21).
-- Su ministerio apostólico fue sellado por los frutos de su labor (9:1-12 ).
-- Su labor fue hecha incondicionalmente (9:1-14).
-- Su galardón: El fruto de su trabajo (9:17-20 ).
-- Se consideró muerto con Cristo (15:31).
-- Estaba consciente de la realidad de sus adversarios (16:9).
-- Su ministerio apostólico fue por voluntad de Dios (1:1).
-- Su ministerio fue sufrido (1:8-11 2:4:4:7-10; 6:4-10; 11:16).
Lo que nos revela en la epístola a los Gálatas:

-- Él es apóstol, no de los hombres ni por los hombres (1:1).
-- Su evangelio era anunciado “no según hombre” (1:11).
-- Su evangelio fue recibido por revelación de Jesucristo (1:12).
-- Él fue apartado desde el vientre de su madre (1:15 ).
-- Llamado por gracia (1:15 ).
-- Jesucristo fue revelado en él (1:16).
-- Tenía dirección divina (2:2 ).
-- Estaba a la altura de los otros apóstoles (2:8).
Espíritu que inspiraba a Pablo hacia sus colaboradores:
1. Un espíritu paternal.- El apóstol es un padre espiritual (1 Tim. 1:2; Tito 1:4; 1 Pedro 5:13; 1 Juan 2:1; etc). Es padre de sus hijos, no padre de los hijos de otros.
2. Humildad extrema para reconocer el ministerio de los demás. (Filp. 2:19 al 30; Col. 4; etc.)
3. No tiene a menos colocarse al mismo nevel de sus colaboradores (1 Tes. 1:1; Filp. 1:1; etc.) dando honor a sus ayudadores.
4. Un amor extremo por las almas perdidas de las cuales se sentía deudor.
En las otras epístolas, con más o menos detalles se reiteran los mismos enfoques personales sobre su apostolado.

Para concluir, diremos que el ministerio del apostolado, al igual que los otros, nacen, crecen, se desarrollan y se capacitan dentro de la Iglesia Local, sin embargo, su ejercicio y desarrollo trasciende los límites locales y no puede ser contenido por ella. Más bien la Iglesia local es la plataforma de lanzamiento, la detonante para su proyección ilimitada al mundo exterior.

El trabajo del ministerio apostólico se proyecta en dos direcciones:

1º. La materia prima con la cual trabaja: Mundo perdido, necesitado de salvación, sanidad, guianza y dirección espiritual. El Apóstol es un plantador de semilla (Mat. 13:1 Co. 3:6) y un cosechador iglesias. (2 Tim. 2:6)

2º. El pueblo convertido: él también es fundamentador (1Co. 3:10; Ef. 2:20; 2 Ti. 2:19) del edificio espiritual y el director posterior de toda la obra bajo la dirección y guianza del Señor. Esto incluye la formación de los líderes a los cuales prepara a fin de que lleven a cabo la tarea de edificar y proveer para el crecimiento y fructificación del Cuerpo de Cristo.

A lo largo de la Historia de la Iglesia tenemos ejemplos genuinos de verdaderos apóstoles. En la Edad Media encontramos a Pedro Valdo, fundador del movimiento de los Valdenses; a Juan Wycliff y su movimiento de los “lolardos”; a Juan Huss, en Bohemia, con el movimiento husita. Podemos citar también a Lutero, a Calvino, a Juan Knox, en el período de la Reforma. Añadimos a Jorge Fox, fundador de los Cuáqueros, al Conde Zinzendorff, apóstol de los Hermanos Moravos; Juan Wesley fundador de la Iglesia Metodista; a William Both, fundador del Ejército de Salvación. En Cuba, por ejemplo, podemos mencionar al Rev. B. G. Lavastida, fundador de la Misión de Los Pinos Nuevos, de la Misión de las Indias Occidentales, y aquí en la Argentina tenemos ejemplos concretos de apostolados en las personas del Rdo. Omar Cabrera, fundador de Visión de Futuro, Rosa Spagnolatti, José Manuel Carlo, Pablo Terechovich, el ya fallecido Pastor Regge, de la iglesia de Olivos, Ricardo Saavedra y muchos más.

En esta Patagonia inclemente tenemos hombres de Dios que a través de los años han sido fieles a su llamado, que han plantados Iglesias, formado ministerios, salvado almas. Entre ellos tenemos al Pastor Horacio Balbi junto a su esposa Julia, Emilio Figueroa y su esposa Lucía, Marcelo Hoyos y su esposa Cristina, Héctor Ferreira y su esposa María, Alejandro Garabano, el Pastor Burgos. Hombres como Pablo Terechovick, José M. Carlos, el finado Patos. Reyes y muchos otros más a los que es imposible enlistarlos, que han realizado una labor expansiva, han sido productores de ministerios y han llenado del conocimiento de Cristo las áreas territoriales en las cuales se han desarrollado sus ministerios.

El pastor realiza un ministerio apostólico en potencia. El desarrollo de este ministerio se ampliará a la medida de su visión misionera, la extensión a los campos blancos y a la capacidad que tenga de preparar líderes idóneos para la continuidad y expansión de la Iglesia. El apóstol Pablo habla de “grandes apóstoles” (2 Co. 11:5:1211) y “pequeños apóstoles” (1 Co. 15:9; Efe. 3:8); esto da lugar para aquellos que han realizado una obra de carácter apostólica, aunque territorialmente no hayan alcanzado al mundo como Pablo. Cada pastor realiza, hasta cierto grado, una labor apostólica. Cuanto más se extiende en su visión de ganar almas, lugares y pueblos, ese ministerio se va amplificando. Algunos de los nombres mencionados en el párrafo anterior han sido y son pastores; otros que no se han mencionado miembros, de determinadas denominaciones evangélicas que, aún dentro de ellas mismas, se proyectaron con visión expansiva y han multiplicado sus congregaciones primeras, han formado líderes y, en el caso de algunos, han asumido posteriormente la autonomía denominacional.

Aquí, en esta Patagonia argentina, en un tiempo inhóspita y todavía hoy inclemente, podemos enlistar una buena cantidad de hombres y mujeres que con su trabajo pastoral y apostólico lograron romper el viento, la tierra, el desierto, el frío, el hielo, la nieve para traer el conocimiento del Evangelio, tanto a las etnias indígenas, como a los inmigrantes establecidos y a sus descendientes. Hombres y mujeres, cuyos nombres la historia secular no recoge ni reconoce, pero Dios, que es justo, tiene para ellos aparejado una recompensa bendita en el cielo. Un día, ante las huestes angelicales, ante la Iglesia de todos los tiempos congregada en presencia de Dios y ante las “potestades superiores” serán honrados por el Dueño y Señor de la mies”. Son muchos mas que ni aún conozco, pero que han trabajado arduamente y por muchos años aquí, en esta región desértica, ventosa y fría, por la extensión el Reino de Dios. Estos hombres de Dios, aunque nunca se han autotilulado ni llamado ellos mismos apóstoles, ni aún han sido reconocido ni calificado como tales, sin embargo, su obra, trabajo y sacrificios sí lo proclaman como tales y nosotros lo reconocemos y queremos honrarlos para que no pasesen al anonimato descalificados, sino a la historia como ejemplo a futuras generaciones.

Si ya entendiste qué es un Apóstol te invito a aceptar el desafío.

EL MINISTERIO PROFÉTICO.
Muchos se preguntan, ¿hay profetas en la actualidad?, ¿qué es un profeta?, ¿que características tiene el ministerio profético?. Antes de entrar a considerar este asunto, hagamos una diferencia entre el ministerio del profeta y la persona que en la Iglesia Local tiene el don de profecía. Como ya hemos visto, el don de la profecía tiene el objetivo de “exhortar y consolar para edificar”, el ministerio del profeta es más abarcador y trascendente por la naturaleza de la actividad que realiza. Podemos decir a la vez, que no hay ningún indicio escritural ni histórico que señale la suspensión o anulación de este ministerio dentro de la Iglesia. Si no tenemos más profetas se debe, primero, a la falta de reconocimiento de este ministerio, que tiende a anularlos; segundo, a la ignorancia sobre qué cosa es este ministerio; tercero, a los malos testimonios que algunos de ellos han dado, afectando así el ministerio de los verdaderos profetas; y, cuarto, a los falsos profetas que, con su actividad carismática pero nociva, han defraudado la confianza de los pastores e iglesias que los han recibido.

Para responder a la pregunta “qué es un profeta” es necesario tomar como base el ministerio profético del A. T. ¿Por qué remitirnos al Antiguo Testamento? En primer lugar, porque el mismo Cristo compara a los profetas verdaderos que habrían de venir posteriormente, - en alusión directa a sus apóstoles-, con los profetas del Viejo Pacto. Establece una analogía en relación a las persecuciones y vituperios que recibirían aquellos, en el ejercicio de su ministerio ( Mt. 5:10-12). En segundo lugar, porque en el NT se añaden muy pocos elementos descriptivos y normativos relacionados con este ministerio. Los pocos que se hacen se realizan sobre las bases del ministerio antiguotestamentario, que se da por sentado.

En el ministerio profético original obraban muy especialmente los dones de revelación unido al don de la profecía. En ocasiones operaban otros dones para complemento del ministerio y dadas las circunstancias. Ejemplo de ello lo tenemos en Elías y Eliseo. Una persona que posea o en la cual se manifieste el don de la profecía, no es necesariamente un profeta. Esto se debe a que el profeta tiene un ministerio y no solamente un don, ministerio que incluye el don de la profecía y los dones de revelación. Por otra parte, es bueno que entendamos también que la manifestación ocasional de algunos de los dones de revelación, tampoco consagra a alguien como profeta.

Cuando alguna persona en la Iglesia recibe, de parte de Dios, revelación de cualquier naturaleza, en ella se ha manifestado, por lo menos, uno de los dones de revelación. Cuando la persona expresa verbalmente lo recibido, esta acción es canalizada a través del don de la profecía, edificando, exhortando y consolando al pueblo de Dios. Cuando esta actividad se hace frecuente y sistemática y reconocida, entonces podemos comenzar a hablar de un ministerio profético en potencia. Este ministerio puede estar circunscrito originalmente dentro de la iglesia local pero, como ministerio, se ha de proyectar fuera del ámbito de la Iglesia local para edificar a la Iglesia universal. Dios se encarga de levantarlo y la Iglesia de reconocerlo.
Naturaleza del ministerio profético.
En pocas pero precisas palabras, Pedro nos expone maravillosamente la naturaleza del ministerio profético en el A. T., cuyos principios rigen también en los profetas del Nuevo Testamento. En 1 de Pedro 1:10-12 dice: “Los profetas que anunciaron a la gracia reservada para ustedes, estudiaron y observaron esta salvación. Querían descubrir qué tiempo y cuáles las circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando testificó de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo, y de la gloria que vendría después de éstos. A ellos se les reveló que no se estaban sirviendo así mismos, sino que les servían a ustedes. Hablaban de las cosas que ahora les han anunciado los que predicaron el evangelio por medio del Espíritu Santo enviado del cielo....”

¿Cuál era el propósito central de sus profecías? “La gracia reservada para nosotros”. En 4:10 el mismo Pedro define esta gracia como “las diversas formas de la gracia de Dios” . Comienza con la suprema manifestación de la gracia de Dios en Cristo Jesús, el cual estaba “lleno de gracia y de verdad”, y se proyecta a través del Calvario hacia nosotros produciendo la salvación eterna de nuestras almas; sigue con todas las bendiciones derivadas de la efectivización de este estado de gracia, que trasciende a la gloriosa eternidad. Esta “gracia” estaba destina a vosotros. Fue preparada antes de los tiempos, en la eternidad pero dispuesta a alcanzar su objetivo: la salvación a través del sacrificio del “cordero inmolado antes de la fundación del mundo”. Dentro de esa gracia estamos incluidos nosotros que vivimos en estos últimos tiempos y que gozamos de esta esperanza de gloria.

Esto nos enseña el aspecto Cristocéntrico del mensaje profético. Ellos estaban conscientes de que toda su predicación, de una u otra forma, tenía que ver con el plan redentor del hombre. Ya directa o indirectamente, su predicación tenía un matiz típico de cosas mayores que estaban por venir. Aunque ellos “aguardaban con esperanza la redención Israel” (Lc. 2:25) sin embargo “se les reveló que no se estaban sirviendo a ellos mismos...” (1 P. 1:12), sino que todo aquello tendría un cumplimiento futuro, que ellos ministraban para futuras generaciones. En la manifestación postrera de la gracia que ellos profetizaron, muy temprano al cumplimiento, algunos hombres y mujeres de Dios tuvieron el privilegio de que el Espíritu Santo les revelara el cumplimiento preciso de todo lo que antes se había dicho. Simeón se hace eco de esa experiencia cuando dice: “...según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación que has preparado a la vista de todos los pueblos...” (Lc. 2:29-30); se hace junto con Ana, profetiza, de la cual se dice: “Llegando en el mismo momento, Ana dio gracias a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén” (2:38). Todo esto se resume con una declaración sencilla:
EL MENSAJE CRISTOCÉNTRICO DEL PROFETA ES EL REGULADOR TANTO DE SU ACTIVIDAD COMO DE LAS PALABRAS DE SU PROFECÍA.
¿Qué actitud adoptaron los profetas? vv. 10-11.
Dentro de ellos había un espíritu de responsabilidad tan grande, una visión tan clara de la labor que realizaban, un deseo de conocimiento de Dios, que se traducía en estas expresiones elocuentes en su actitud inquisitiva como estas: “inquirieron”, “indagaron diligentemente” , “escudriñaron”, “estudiaron” y “observaron”,

La conciencia del profeta sobre su labor dentro de los planes de Dios le movía a adoptar una actitud inquisitiva. Inquirir, según el diccionario es “investigar, averiguar, indagar, buscar información” . Esta actitud requiere diligencia y conciencia, en la que toda su personalidad está comprometida con Dios para buscar y encontrar en Él (la fuente) la verdad divina; esa verdad que estaba velada por un futuro no revelado. Un ejemplo típico lo tenemos en Daniel. En el Capítulo 9 de su libro se revela la preocupación expectante por el cumplimiento de los planes de Dios en su pueblo que lo llevó a “lograr entender ese pasaje de las Escrituras donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años” (v. 2). Esta preocupación lo indujo a “orar y dirigir sus súplicas al Señor su Dios. Además de orar se vistió de luto y se sentó sobre cenizas” (v. 3.) Y sigue diciendo: “Esta fue la oración y la confesión que hice”...” (v. 4). El v. 20 es muy significativo: “Yo seguí hablando y orando al Señor mi Dios. Le confesé mi pecado y el de mi pueblo Israel y le supliqué en favor de su santo monte”...”. El v. 22 dice: “Y me hizo entender, y habló conmigo...”. (R.V. 60) ¿Qué podemos rescatar de la actitud profética de Daniel:

1. Un profeta que miraba atentamente y conocía la Palabra.

2. Un profeta que conocía el secreto de las revelaciones.

3. Un profeta que buscaba a Dios en oración, ruego, y con un corazón humillado.

4. Un profeta que se identificaba con el pueblo y se convirtió en un intercesor a favor de su pueblo.

5. Un profeta con quien Dios hablaba.

6. Un profeta a quien Dios atendía.

7. Un profeta a quien Dios le hacía entender.

8. Un profeta que sabía el secreto de estar en “el secreto de Jehová” (Jer. 23:18-22 ).
¿Cuál fue la naturaleza de su mensaje?
En cuanto a “inspiración”, no era asunto de hombre. La fuente de su inspiración era Dios utilizando como canal al hombre. En cuanto a “voluntad”, era una combinación de la de Dios con la docilidad del profeta para obedecer, pero la iniciativa era de Dios. En cuanto a la naturaleza espiritual del profeta, era “un hombre santo de Dios”, capaz de entrar en una comunicación y comunión íntima con Dios. En cuanto a su autoridad espiritual, era una autoridad de carácter comunicativo; la expresión verbal de la profecía es descrita como: “hablaron siendo inspirados por el Espíritu de Cristo que estaba en ellos”. La fuente inspiracional de la verdadera profecía es el Espíritu de Cristo. El Espíritu Santo operando como Espíritu de Cristo, develó el proceso futuro de la redención ante los “ojos” de los profetas: sus luchas y sus victorias; sus sufrimientos y sus glorias. (v. 11) La santidad del profeta, la comunión del profeta, la docilidad de corazón del profeta lo convierten en el instrumento idóneo para la manifestación de la profecía. A esta calidad de profecía es a la que se nos manda a “estar atentos”. v. 19. Muchos de estos principios rigen todavía en el día de hoy.
¿Qué anunciaban, cuál era su mensaje?
El aspecto cristocéntrico del mensaje profético incluía la revelación de la naturaleza de la persona de Jesús. A través de todo el A. T., podemos notar cómo los escritores, al hablar acerca de la venida del Mesías iban revelando verdades relativas a la naturaleza, tanto de la persona del Mesías como de la misión que iba a desarrollar. Comenzado en Génesis, y terminando con Malaquías, cual cadena dorada, se concatenan eslabones comunes que se aúnan para revelar a un personaje, diferente a todos los otros, y que se proyecta en el Nuevo Testamento en la figura exclusiva y majestuosa de Jesucristo, el eterno Hijo de Dios, con todos sus atributos humano-divinos como único representante de Dios ante el hombre y del hombre ante Dios, y cuyo sacrificio fue el único capaz de satisfacer las demandas de Dios y la necesidad del hombre pecador.

Pedro pone énfasis especial a dos aspectos antitéticos: “los sufrimientos de Cristo” y “la gloria que vendrían después de ellos”. Isaías expone de una forma muy singular estos dos aspectos. La imagen del Mesías sufriente (52:13 al 53:12) surge ante nosotros como un “mal necesario” para producir un bien universal: la salvación de toda la humanidad. Jesús ratificó este proceso inevitable a sus discípulos cuando les dijo: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos (Lucas 24:46), pero después, en los capítulos sucesivos. Isaías nos habla “de la gloria venidera” y de los triunfos que se derivarían producto de la obra terminada del Calvario.
EL VERDADERO PROFETA PROCLAMABA SUFRIMIENTOS Y GLORIAS, NO GLORIAS SIN SUFRIMIENTOS.
¿Para quién ministraban?
La conciencia del objetivo de su mensaje fue y tenía que ser por revelación. Fácilmente y humanamente su mirada bien podía remitirse al presente en que cada uno de ellos vivía. Su ministerio profético se desarrolló dentro de una nación que aunque dura de cerviz, sin embargo era poseedora y depositaria de la verdad revelada de Dios. A esta nación se le había dado la promesa que de dentro de ella Dios levantaría al Mesías, salvador de ellos. Pero la concepción errada de los planes de Dios para sus vidas no les permitió discernir las características sufrientes de la obra del Mesías a causa de la problemática espiritual de la que adolecían. El orgullo y el engreimiento nacional los llevó a creerse superiores levantando una barrera entre ellos y el objetivo (el mundo gentil). Pasaron por alto el aspecto sacrificial, porque no entendieron el aspecto espiritual de la obra del Mesías. La concepción del Mesías fue distorsionada, se crearon, para ellos, un Mesías guerrero y libertador que vendría a arrasar con las naciones gentiles y establecer un reinado físico, material, político, teniéndolos a ellos como cabeza entre las naciones. En medio de la neblina espiritual, la vista de los profetas penetró el tiempo y vislumbraron la imagen del verdadero Mesías, - aquel que vendría a salvar su pueblo de sus pecados - y la creación de otro pueblo, fusión de dos pueblos, ellos y los gentiles, al cual Jesús le llamaría “Mi Iglesia”; un pueblo que vendría a ser la agencia a través de la cual, Él llevaría Sus planes salvíficos a todas las naciones. Fue, precisamente, para la Iglesia para la cual ellos ministraban para nosotros las cosas que anunciaron los que predicaron el Evangelio.

Es de resaltar la visión de larga distancia de los profetas, pero esa visión era producto del Espíritu de Cristo que estaba en ellos, que les hacía ver cosas que a otros les era imposible ver. Solo el Espíritu de Cristo podía ser capaz de levantarlos para mirar desde una perspectiva invisible para los ojos de un pueblo ciego que corría tras sus propios intereses obviando los intereses de Dios.

Es de elogiar el espíritu incondicional y desprendido con que realizaron los profetas del A. T. su labor. No trabajaron para ellos pero a pesar de eso trabajaron. Sus sufrimientos, las incomprensiones, las persecuciones, la oposición y aún la muerte, no opacaron su visión, y aun cuando lo que hacían “para nosotros”, no por eso permitieron que el egoísmo y la indiferencia hicieran mella en su visión y vocación.
EL VERDADERO PROFETA NO TRABAJA PARA ÉL. LE MUEVE UN ESPÍRITU DESPRENDIDO PARA SUFRIR POR EL PUEBLO DE DIOS. SABE MIRAR LEJOS.
¿Qué encontramos por medio de esta calidad de profecía? 2 Timoteo 3:16-17.

“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil parta enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”. (2 Timoteo 3:16).

Encontramos en ella todo lo que el creyente necesita para su crecimiento, educación y utilidad en su ministerio. La misma Palabra se constituye para nosotros, de acuerdo a la necesidad, en una luz profética que ilumina el camino por el cual andamos (Sal. 119:5; 2 Pedro 1:19). En ocasiones hace de brújula para orientarnos en la vida cristiana y dentro del plan preciso de Dios (Mateo 16:2-3); en otras, para nuestro crecimiento y desarrollo, se convierte en el “leche espiritual” (1Ped. 2:2), “vianda” nutritiva (He. 5:13-14), que nos convierte en cristianos crecidos y maduros; para nuestros errores, se convertirá en el espejo del alma que refleja nuestra condición espiritual (Sgo. 1:23) y que nos mueve a rectificar; para nuestra seguridad y firmeza, se convertirá en “el ancla que penetra hasta detrás de la cortina del santuario” (Heb. 6:1) que hace inconmovible nuestra “embarcación”.

La profecía se convierte en el reloj de Dios. Nos marca el tiempo justo en el cual vivimos dentro del proceso histórico de los planes divinos, por lo que trae confianza y seguridad a nuestras almas. Nos da convicción profunda de que el mundo y la historia no es un barco azotado por la tempestad, descontrolado y sin timonel, sino que aunque en apariencia parezca que Él esta dormido, Él “marcha en la tempestad y el torbellino” (Nahum 1:3), realmente está consciente y todavía es SEÑOR DE LA HISTORIA. Por otra parte, Él espera de su Iglesia la tranquilidad y la confianza que él imparte en medio de “Su descanso dentro del barco” (Mat. 8:23-27).
EL MINISTERIO PROFÉTICO DECLARA LA VOLUNTAD DE DIOS PARA HACER QUE EL HOMBRE ENCUENTRE EL CAMINO POR EL CUAL PUEDA ANDAR SEGURO.
¿Cómo se proyecta el ministerio profético en el presente?
A través de diferentes medios, - charlas, debates, conferencias, predicaciones, libros – he escuchado y leído distintas opiniones sobre la manifestación del ministerio profético en estos tiempos en que vivimos. Claro que la expresión “estos tiempos en que vivimos” no se limita al presente inmediato, sino a partir de la institución oficial de la Iglesia a raíz de Pentecostés y se proyecta hasta que Cristo levante a su Iglesia. Más bien diríamos en la época de la Iglesia para diferenciarla de la época de Israel como pueblo de Dios.

Dentro de las diferentes opiniones, tres son las que sobresalen:

1°. “El ejercicio del ministerio profético recae sobre el pastor. El pastor de la Iglesia es el profeta de Dios”

2°. “El ministerio profético recae sobre la Iglesia. Es la Iglesia la llamada a ejercer el ministerio profético en estos últimos tiempos”.

3°. “El ministerio profético es manifestado por medio de personas que Dios elige para esta tarea (puede estar el pastor incluido también pero no se limita solo a él).

Las opiniones que se emiten tienden a excluirse unas a la otras. Y aquí cabe la pregunta: “¿Quién tiene la razón?. Después de haber estudiado por algún tiempo la cuestión pude llegar a la conclusión siguiente: los tres tienen razón pero ninguno “la” razón. La posición exclusiva es restrictiva, parcial y sólo refleja parte de la verdad, por lo que una verdad en parte no es verdad. La Biblia nos enseña y apoya los tres aspectos de la verdad y los tres hacen la verdad. Veamos:

1°. Podemos declarar que a la Iglesia se le ha dado el ministerio universal, tanto el sacerdotal como el profético, y todo ello derivado del ministerio sacerdotal y profético de Cristo utilizando Su Cuerpo. “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquél que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P. 2:9).

Lo que la Iglesia “anuncia ahora” es “este evangelio predicado por el Espíritu Santo enviado del cielo” que no es más que el anuncio del cumplimiento de todo lo que los profetas habían anunciado antes y que ahora es proclamado por medio de los precursores: los apóstoles y la iglesia de los primeros tiempos y por nosotros ahora. (1 P. 1:12). Fue a la Iglesia a la que se le dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas” y en obediencia al mandamiento, “Los discípulos salieron y predicaron en todas partes , y el Señor os ayudaba en la obra y confirmaba Su Palabra con las señales que le seguían”. (Mar. 16:20).

Desde los primeros tiempos vemos a la Iglesia desplegando una actividad misionera acompañada por la “proclamación” (Kerigma) del Evangelio. Este incluía el anuncio de los sufrimientos, muerte, resurrección de Cristo, presentándolo como el Salvador del mundo, como la solución del pecado y sus consecuencias, como la única esperanza para el hombre perdido. La Iglesia, por medio de su testimonio, tendría que desempeñar su ministerio profético para los últimos tiempos como Israel debió haberlo hecho en el pasado.

La Iglesia, por medio del “kerigma” profético, confronta al mundo con Dios, porque denuncia el pecado, anuncia el juicio venidero, declara la promesa salvadora de Dios y resalta a Jesucristo como la única solución para los males del mundo.
LA IGLESIA ES PROFETA, PORQUE PROCLAMA EL MENSAJE DE SALVACIÓN Y REVELA LA VOLUNTAD DE DIOS PARA LOS HOMBRES DEL DÍA DE HOY.2°. El ministerio profético recae sobre el pastor. El pastor de la Iglesia es el profeta de Dios. El ministerio pastoral, como líder espiritual de la Iglesia, tiene la responsabilidad ante Dios de representarlo ante el mundo pecador y ante su Iglesia. El pastor ha recibido un mensaje de parte de Dios y ese mensaje está destinado, en primer lugar, al mundo perdido y en segundo lugar a la iglesia que pastorea.

En el mensaje dirigido al mundo pecador está incluido el dar a conocer la persona de Jesús, el por qué de su venida a este mundo, su ministerio terrenal, su obra magna: la redención del hombre, que implica su pasión, muerte y resurrección. Una obra que, terminada, estaba destinada a facilitarle al hombre la forma de arreglar sus cuentas con Dios y la forma de vivir para Dios. Pero a la vez, y como contraparte, está llamado a alertar al mundo perdido del juicio al que están sujetos si rechazan el plan de salvación para sus vidas. Dirigido a la Iglesia, su mensaje está destinado a infundir aliento y esperanza por medio de la proclamación de “las glorias que están por venir”: una esperanza gloriosa que trasciende al tiempo y al espacio como recompensa para aquellos que volvieron sus rostros a Dios por medio de su fe en el sacrificio redentor de Jesucristo.

Cada pastor, cual profeta, se levanta para anunciar y revelar al mundo el significado del bien y del mal, de la vida y la muerte, de la salvación y la condenación. El ministerio profético del Pastor es un ministerio de confrontación, porque emplaza al hombre ante Dios, y tiende a surtir dos resultados: o salvación o condenación. No es nada de juego, es algo serio, sumamente serio. Hay razones, entonces, para decir que el pastor es un profeta de Dios.
EL PASTOR ES UN PROFETA PORQUE PROCLAMA Y DA A CONOCER EL MENSAJE DE DIOS PARA SU TIEMPO.
3°. El ministerio profético es manifestado también por medio de personas que realizan este ministerio específico. El ministerio del profeta como tal tiene el mismo origen que cualquiera de los otros ministerios. La fuente, Cristo: “Él mismo constituyó...” (Ef. 4:11). El carácter diferencial está en las expresiones: “a unos...”, “a otros...” (v. 11) revelando su independencia el uno de los otros, pero a la vez mostrando un propósito común: “a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra del servicio, para edificar su cuerpo”.

En la Iglesia de Antioquía había “profetas y maestros”. (Hch. 13:1). Se menciona el ministerio profético de Agabo (Hch. 8:28; 21:10) como un profeta con un ministerio itinerante reconocido por las Iglesias y ejercido dentro de ellas. Judas y Silas se mencionan ejerciendo un ministerio profético y se movían dentro de las Iglesias que los reconocían como tales (Hch. 15:32) Felipe tenía cuatro hijas que profetizaban (Hch. 21:9). Estos no eran pastores, ni maestros en el sentido estricto ministerial, sino personas que desarrollaban su ministerio paralelo a los otros ministerios. Quiero decir que el ministerio profético no es exclusividad de nadie. Jesucristo levanta a quien quiere y lo constituye como tal. Ahora, de una cosa si podemos estar seguros y es que todos ellos estaban plenamente conscientes de la naturaleza de su ministerio, lo conocían, eran hombres y mujeres dóciles, que se dejaban enseñar porque reconocían también sus limitaciones. Por eso podían edificar al Cuerpo.

No hay en la Biblia evidencias de que este ministerio haya cesado. Solo han sucedido dos cosas, primero: hemos sido algunos de nosotros los que lo hemos marginado, no lo hemos reconocido y aún, en algunos casos, “los hemos perseguido y matado” (Mt. 5:12). Segundo, han sido algunos profetas, que por su orgullo espiritual, no se han sometido y sujetado a autoridades dentro del Cuerpo, no han permitido enseñanza ni orientación, y su ignorancia relativa a lo que Dios les ha dado ha producido mala aplicación, mal funcionamiento, caos y confusión. Se han portado como bebés que utilizan un arma de fuego. Han dañado y, por lo tanto, han sido rechazados. Y como dice el dicho familiar: “Han pagado justos por pecadores” .

Durante una reunión de oración matutina unida, el pastor Marcelo Hoyos, de Río Pico, Chubut, Argentina, en una disertación a pastores de diferentes denominaciones, resaltaba algo muy importante relativo al ministerio profético: “El ministerio profético es una señal velada para estos últimos tiempos y hay que discernirla. Antes de la primera venida de Jesucristo apareció Juan el Bautista para preparar el corazón del pueblo para recibir al Mesías. Jesús hizo alusión al espíritu y poder de Elías que se manifestarían justo antes de su segunda venida. El ministerio profético de estos tiempo tiene que tener el mismo objetivo: ministrar a la Iglesia para “hacer volver los corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” para recibir a Jesús en su segunda venida en gloria”.
DE DENTRO DE LA IGLESIA, JESUCRISTO CONSTITUYE PROFETAS PARA EDIFICAR SU CUERPO, BENDECIR AL CREYENTE EN PARTICULAR, PARA PREPARAR A LA IGLESIA PARA SU MINISTERIO PROFÉTICO ANTE EL MUNDO.
Confiabilidad de las profecías.
La pregunta que siempre surge cuando oímos alguna profecía o nos profetizan, es: ¿puedo confiar en lo que oigo o me dicen? ¿Es verdad todo lo que los profetas dicen?. Estas preguntas se responden analizando las fuentes de donde puede surgir una palabra profética. Pearlman, en su libro Conociendo las Doctrinas de la Biblia establece tres fuentes de las expresiones proféticas: Dios (como la fuente verdadera), el espíritu humano (como fuente humana) y el espíritu de error (fuente satánica). En un creyente fiel, es imposible que su expresión profética proceda del Diablo. Sin embargo puede suceder que en un momento de exaltación emotiva y movido por el mejor deseo no sea capaz de discernir lo humano de lo divino y exprese cosas de él como si fuera de Dios, o a veces ligadas unas con la otras. Por lo tanto, para que la profecía sea creída o tenga la posibilidad de ser creída, el profeta tiene que tener en mente las siguientes pautas:

1. Buen testimonio.- Los malos testimonios menoscaban su carácter afectando esto la credibilidad de lo que dice. Resta a su moral, golpea su autoridad y le cierra puertas. Un buen testimonio es carta de crédito que le abre puertas donde quiera que vaya y lo que da fuerza a su mensaje para ser aceptado.

2. Su vida espiritual. El verdadero profeta se preocupa por su vida espiritual por medio de la búsqueda de Dios en oración, y edificación y conocimiento a través del estudio constante de la Biblia. Esta actitud le ayudará a estar receptivo para recibir de Dios lo que Dios quiere mostrarle. Su vida espiritual le ayudará a infundir confianza a las gentes.

3. Debe cuidarse de la mentira y el engaño.- Es muy fácil dejarse llevar por sentimientos propios o sueños humanos. (Jer. 23:30-32)

4. Tiene que cuidarse de no caer en doctrinas falsas. El cumplimiento neto de la profecía exclusivamente no acredita su autenticidad. Es necesario que el profeta conozca la verdad de Dios. Las revelaciones no proveen de conocimiento doctrinal. La doctrina está revelada, pero ella tiene que ser explicada. Para esto es necesario el ministerio del maestro, del cual todos, incluyendo el profeta, aprenderán. La revelación de Dios en cuanto a doctrina y conducta está contenida únicamente en la Biblia, revelación suprema de los propósitos divinos, revelación escritural de Dios, cerrada definitivamente en el último versículo de Apocalipsis. (Dt. 13:1-5; 18:20; Prov. 30:6; Dt. 4:2; 12:32: Apo. 22: 18-19; Gál. 1:6-9; 1 Jn. 4:1).

5. Tiene que cuidarse del orgullo personal.- Pablo estaba consciente de esta realidad cuando expresaba: “Para evitar que me volviera presumida por estas sublimes revelaciones , una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara” La V. R.V. del 60 traduce: Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en la carne, un mensajero de Satanás para que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera” (2 Co. 12:1-7)

6. La profecía tiene que cumplirse: de lo contrario es presunción.- Toda profecía de Dios tiene su cumplimiento. “Si lo que el profeta proclame en nombre del Señor no se cumple ni se realiza , será señal de que su mensaje no proviene del Señor. Este profeta ha hablado con presunción. No le temerás”. (Dt. 18:22).

7. Tiene que ser humilde.- No está para exigir que se le crea, de eso se encarga Dios. Su deber es dar lo que recibió. La rebelión, el mal actuar, los deseos de juicio sobre los que no le creen ni oyen, ponen en tela de juicio la autenticidad de las revelaciones y la madurez de su carácter. Debe ser capaz de tolerar y permitir que cuestionen su ministerio. La misma Biblia nos enseñan que los profetas están sujetos al juicio y cuestionamiento de los otros profetas y ministerios. Esto es producto de su fabilidad humana. Aún, en el A. T., Dios mismo mandaba a estar avisados y cuestionar las profecías. El verdadero profeta no tiene que temer, porque Dios se encarga de vindicar la causa de sus siervos.

8. Tiene que dejarse enseñar.- Su calidad de profeta no lo hace infalible. Para que no caiga en el error y la presunción, Dios ha colocado a su lado maestros y pastores para que lo ayuden y orienten. (Hechos 13:1-3). El profeta maduro y humilde tendrá oídos para oír, ojos para ver, corazón para guardar y disposición para obedecer. (Ezeq. 40:4)

Por lo tanto, cada profeta:

1. Debe estar seguro de que lo que ha recibido proviene de Dios.

2. Debe tener suficiente madurez para diferenciar entre sus emociones y pensamientos y lo que es neto de Dios. Tiene que aprender a conocer el lenguaje de Dios.

3. No debe prejuiciarse por nada, ni a favor ni en contra. Debe ser una persona imparcial para poder captar lo de Dios. Los prejuicios tienden a influenciar en nuestros afectos y engañarnos.

4. No debe temer decir lo que Dios le ha dado (1Tim. 1:7; Jer. 23:28). Sin embargo debe ser respetuoso. El tacto y la discreción deben acompañar su ministración.

5. Si lo que recibe de parte de Dios concierne a la Iglesia, debe ir directamente con el Pastor. Una vez que vertió su inquietud, hasta ahí llegó su responsabilidad. Ore solamente.

6. Si recibe algo referente al ministerio pastoral, debe ir directamente y hablar con el pastor. Después calle y olvide. El resto es responsabilidad de este.

7. Cuando recibe algo sobre la condición moral de una persona, debe ir directamente a esa persona previa preparación en oración. Si la persona no le escucha o el profeta no se siente en capacidad para ayudar, debe declarar el asunto al pastor para que realice su ministerio pastoral. Después debe callar y olvidar. El resto le concierne al pastor.

8. Dios espera discreción de parte del profeta. Este no tiene la autoridad ni el derecho de divulgar asuntos delicados, cuestiones de la Iglesia, etc. El mismo Dios, que coloca su confianza en el profeta, es el mismo que retira Su bendición del profeta.

9. Debe saber que el hecho de recibir revelaciones de parte de Dios, no le hace superior a otros miembros del Cuerpo y como miembro del Cuerpo está sujeto a la autoridad del gobierno apostólico cuando él no está en funciones o bajo la autoridad del pastor de la Iglesia donde está ministrando. Pero de alguna o de otra forma, al igual que los demás ministerios deben permanecer bajo autoridad y en sujeción.

10. Tiene que tener dominio propio, pero tiene que tener el valor suficiente para declarar el mensaje de Dios.- Cabe para los profetas el mismo consejo que Pablo le dio a Timoteo para el ejercicio de su ministerio: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio” (1 Ti. 1:7)
SI EL PROFETA TIENE EN CUENTA TODOS ESTOS PRINCIPIOS QUE ENSEÑA LA PALABRA, SERÁ DE BENDICIÓN Y CONTRIBUIRÁ, DE UNA MANERA EFECTIVA AL MANTENIMIENTO DE LA UNIDAD DE LA IGLESIA.
Diferencia entre las profecías del A. T. y las del N.T.
Leí, no hace mucho, un folleto escrito por un predicador que se autodenominaba profeta, que decía: “La única diferencia que hay entre las profecías del A. T. y la de las profecías actuales es, que mientras las profecías del A. T. eran escritas, las actuales no son escritas”.

Esta declaración, aparentemente ingenua, esconde aspiraciones y actitudes subjetivas nocivas y muy peligrosas. Con esta declaración está diciendo:

“Mis profecías tienen el mismo grado y calidad de inspiración
que las profecías que se escribieron en el A.T.Por lo tanto, todo lo que yo les profetice tienen que creerlo de sí o sí o se convierten en rebeldes y desobedientes".

“Cuando yo les profetizo tengo el mismo grado de autoridad
e inspiración que Isaías, Jeremías, etc. por lo cual tienen
que aceptar todo lo que yo diga” .
.
“Mis profecías son incuestionables. Todo el que las cuestione
no conoce, no es espiritual, es un carnal, es un necio”.

He escuchado la predicación de algunos de estos “profetas” y, por regla general, hacen alusión a personas que le han refutado estos extremismos, y públicamente se han burlado de ellos con palabras denigrantes y, desautorizándolos, han menoscabado esos ministerios. ¿Por qué de esa actitud, profundamente impregnada de un orgullo carnal elevado a la enésima potencia? La causa es LA IGNORANCIA. “Yerran ignorando las Escrituras”. Fueron mal enseñados o no se dejaron enseñar. Todavía no se dejan enseñar. Rechazan a cualquiera que les llama la atención a causa de sus desafueros; pero, ellos son los “sabios espirituales y los demás los ignorantes carnales”. Así, con esa actitud, no solo se cierran las puertas ellos, sino que se la cierran a otros que lo hacen bien.

La pregunta que yo les hago es la siguiente: ¿Quiénes son ustedes, qué categoría de ministerio, que calidad de capacidades tienen, que se convierten en “Santos Papas” que hablan ex - cátedra y a los cuales, otros ministerios no los pueden cuestionar? Es aquí, precisamente, donde debemos hacernos la pregunta: ¿qué diferencias hay entre los profetas y profecías de Israel y los de la Iglesia?

En primer lugar diremos, que en el A.T. y dentro del ministerio profético de Israel había dos tipos de ministerios: unos que decían y escribían y otros que decían, no escribían pero de ellos los otros escribían. En el primer caso tenemos todos los profetas que escribieron sus respectivos libros, ya fueran de carácter histórico, profético o poético.

En el segundo caso tenemos los ministerios de Elías, Eliseo, etc. que desarrollaron una actividad profético-pastoral importante, pero ellos no dejaron escrito nada (hasta donde se sabe) sino que de ellos escribieron otros profetas.

Ahora bien, la autoridad con la cual ellos estaban revestidos los facultaba para hablar y / o escribir no solo con inspiración divina, sino que el Espíritu Santo intervenía de una forma directa y consciente para evitar el error de sus palabras y de su escritura, ya que todo ello iba a constituirse en la Palabra de Dios, en regla de fe y conducta de su pueblo y la autoridad máxima en cuestiones de carácter espiritual. En otras palabras, el Espíritu Santo era el velador de sus propias palabras.

Los profetas, a pesar de toda la autoridad de que estaban revestidos, estaban expuestos al juicio del pueblo, a causa de los falsos profetas que se levantarían, de lo cual ya hablamos en el aspecto inmediato anterior a éste; sin embargo, no tenían que temer. Ellos estaban conscientes de que Dios era el que hablaba por ellos y lo que escribían estaba bajo el cuidado y la supervisión del Espíritu Santo, lo que garantizaba la total credibilidad de sus palabras. Aunque en ocasiones fueron rechazados, vituperados y perseguidos, ellos asumieron una actitud humilde y de sujeción, no siendo capaces de revelarse contra las autoridades que gobernaban al pueblo. Vea el caso de Jeremías, entre otros.

El pueblo sí tenía que tener cuidado, tenía que observar y regirse por los parámetros estipulados por Dios para detectar a los falsos y rechazarlos, pero reconocer a los verdaderos y aceptarlos.

Cuando todo esto lo traemos a la época desde Pentecostés hasta este momento, notamos también dos aspectos parecidos, pero no iguales. Para la escritura del Nuevo Testamento, Dios levantó profetas que hablaron y escribieron con la misma autoridad y calidad de inspiración que los del A. T. . Sus palabras y escritos fueron custodiados por el Espíritu Santo de tal forma que los hacía infalibles e inerrantes. Estos son los libros del N. T. que se constituyen en la regla de fe y conducta para la Iglesia y que, junto con los del A. T,. conforman toda la revelación de Dios para el resto del tiempo hasta que Él venga. Ya todo está escrito y dicho, no hay mas nada que añadir. Todo lo que se diga y escriba, posteriormente, no puede, bajo ningún concepto contradecir lo que Dios ha revelado. Nada se puede quitar; no se puede inventar nada nuevo. La Revelación está dada. Ella cubre el tiempo hasta los fines de los siglos. Ella es suficiente en sí misma. El tiempo no desgasta su autoridad y poder.

Paralelamente a estos profetas escritores, en la Iglesia hubo y hay ministerios proféticos para ayudar a la edificación del Cuerpo. Tú, como profeta de los postreros tiempos eres falible, porque aunque tu profecía tiene elemento inspirado, a ti se te encarga del cuidado de tus pronunciaciones proféticas, porque el Espíritu Santo no interviene para hacerte inerrante e infalible, en el acto de dar la profecía, como ocurría con los profetas del AT. Tú sabes que tus profecías están sujetas al juicio de los otros profetas (1 Co. 14:29). Tú sabes que a la Iglesia se le manda a probar los espíritus para ver si son de Dios (1 Jn. 4:1-3). Tú sabes que Jesús nos manda a “cuidarnos de los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de ovejas pero por dentro son lobos feroces” (Mt. 7:15-20), porque en aquél día habrá muchos que apelarán a lo que hicieron y dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios, e hicimos muchos milagros? Entonces les diré claramente: Jamás los conocí. ¡ Aléjense de mi, hacedores de maldad!”. Porque las profecías, los milagros, y la autoridad sobre los demonios no es evidencia de que tú sean un profeta verdadero. ¿O sí?

Tus frutos, como manifestación de tu testimonio de tu vida santa y temerosa de Dios, son los que van a decidir, en definitiva tu autenticidad. Tu autopropaganda, tu autoelogio y tu autopromoción, nada me dicen.
El poder de la palabra hablada en la boca del profeta.
Uno de los problemas que estamos teniendo en la actualidad es que algunos profetas, al tener un concepto errado del instrumento que utilizan como medio de expresión, o sea la palabra, tratan de impregnarle a la misma un carácter casi mágico, enseñando que toda palabra que sale de la boca de ellos, o de cualquier creyente, surte un efecto objetivo en el medio en que se dice. Cual conjuro mágico, las piedras se convierten en pan y el agua en vino, de modo que Dios está atado a todo lo que ellos dicen, o al capricho de cualquiera que pronuncie cualquier cosa que se le ocurra. La antigua magia simpatética viene a tomar formas aparentemente bíblicas y muy cristianas, pero sigue siendo magia, aunque en la boca de ellos produzca menos efecto que en la de un brujo.

¿Cuál es el verdadero enfoque? Como la palabra hablada es el instrumento en las “manos” del profeta para transmitir el mensaje de Dios, es necesario que este tenga un concepto real de los alcances y limitaciones de esa palabra en su boca.

La palabra hablada tiene capacidad persuasiva. Influye, especialmente en el área de la mente, los afectos y la voluntad. Por ella queda afectada toda nuestra personalidad.

La palabra está vinculada especial y directamente con nuestra mente. Mente y palabra están tan estrechamente vinculados que la palabra revela lo que somos. Es imposible separarlos. Pensamos, por eso hablamos, y hablamos porque pensamos. Esto no quiere decir que nuestras palabras tengan poder mágico para fabricar cosas.
Mis palabras influyen en las mentes de otros modificando para bien o para mal sus pensamientos. Mis palabras influyen en el estado de ánimo de otros, según como me exprese. Influyen en la toma de decisiones de otros, según el contenido de convicción con que la hable. En estas áreas también me afectan a mí mismo, ya que actuaré de acuerdo con lo que hable. Porque lo que hablo es lo que pienso y actúo como pienso. Por eso es por lo que Dios nos llama la atención en relación al lenguaje que empleamos porque más que palabras Dios mira la fuente de donde proceden. La fuente de nuestras palabras es nuestro ser interior: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Por eso es que dice: “Por tus palabras se te serás justificado y por tus palabras serás condenado”.

Hay que hacer una diferencia entre la Palabra inspirada de Dios, la Biblia, y la palabra que nosotros pronunciamos. La palabra de Dios es inerrante, inspirada y divina. Ella tiene poder creador. Nuestra palabra solo poder de convicción.

¿Cuándo nuestras palabras tienen capacidad para cambiar las cosas y transformar las circunstancias?

1°. Cuando están dentro del contexto de los principios establecidos por la Palabra Escrita. Nuestras palabras se sujetan a la Palabra escrita. (La Palabra de Dios en nuestra boca tiene poder). Dios no está obligado a hacer nada que no ha prometido, por tanto toda petición o ruego debe buscar su base escritural.

2°. Cuando nuestras palabras están contextualizadas dentro del plan de Dios en nuestras vidas. Cuando Dios nos revela un plan específico él promete el respaldo necesario para llevar a cabo sus planes. Dentro de ese contexto podemos movernos, actuar y hablar y Dios va a respaldar lo que hagamos y digamos , sin embargo no nos va a dar cualquier cosa que, caprichosamente le pidamos ajenos a esos planes.

3°. Cuando están contextualizadas dentro del quehacer del Reino de Dios y para su beneficio. Dentro de los planes precisos de Dios, él elige instrumentos humanos para liderar esa obra: un Moisés, un Josué, un Samuel, un Pablo, un Pedro y tantos hombres, como tú, y que a través de la historia Dios ha levantado para planes amplios. De acuerdo a las circunstancias, ellos tuvieron que emplear la palabra autoritativa de fe para cambiar las cosas y Dios actuó en lugar de ellos. Pero en estos casos ha sido Dios el que ha delegado directamente Su autoridad comunicativa y activa para derribar obstáculos y lograr los objetivos. Nunca ellos actuaron para llevar a cabo sus deseos y caprichos, y para beneficio personal.

Hay un principio espiritual y básico en todo esto: no es Dios el que se sujeta a nuestras palabras, siempre somos nosotros los que estamos sujetos a Su Palabra, a Sus planes y a Sus propósitos. Dios nunca se constituirá en una marioneta manipulada por el hombre, tampoco Él constituye al hombre en una marioneta manipulada por Él mismo. Todo lo que Dios hace a favor del hombre, lo hace en concordancia con este, pero todo para la gloria de Su santo nombre. Dentro de este contexto podemos enmarcar todo verdadero ministerio profético actual.

La profecía puede manifestase a través de diferentes canales, como:

1. Palabra profética: que se constituye en canal de expresión de los dones de revelación:
a. Palabra de Sabiduría que mira al futuro.
b. Palabra de Ciencia que mira al presente y al pasado
c. Discernimiento de Espíritus que penetra el mundo espiritual.

2. Palabra de fe: opera milagros.

3. Palabra de aliento: infunde ánimo.

4. Palabra correctiva: denuncia el pecado y muestra el camino de solución. Proclama la necesidad de conocer la Palabra de Dios.

5. Palabra exhortativa que impele a la obediencia.

6. Palabra de convicción: actúa en el espíritu trayendo seguridad.

7. Palabra ordenativa: manifestada como producto del don de hacer milagros. Acciona en el área física y el área espiritual. Impele a actuar en el tiempo de Dios.

8. Palabra de juicio: para hacer reaccionar al pecador y dar oportunidad al arrepentimiento.

9. Profeta-persona. A veces el profeta se convierte en señal profética.

10. Familias de profetas como señal profética: el ejemplo de Oseas, la familia de Recab, etc.

11. Señales proféticas: la serpiente levantada en el desierto, el cinto de Agabo, el aceite para la unción por los enfermos, la santa cena porque “anuncia la muerte del Señor”, etc.

La palabra hablada es el instrumento o arma eficaz en las “manos” (boca) del profeta de Dios. Como toda arma es necesario saberla usar con sabiduría de Dios. Cuando queremos manipular humanamente la palabra profética, esta acción carnal y diabólica se convierte en un arma de muerte y destrucción en vez de un arma para dar vida y edificar.

Si has entendido lo que es un ministerio profético y Dios te ha llamado a ejercerlo, ¡adelante! pero no te olvides que lo que vas a dar, tiene que ser recibido de Dios; de lo contrario, no eres un profeta, sino un profano.

EL MINISTERIO DEL EVANGELISTA.
Definición.
Es la capacidad concedida por Cristo a algunos creyentes, que les permite traer multitudes de personas a los pies de Jesucristo por medio de la predicación expositiva del evangelio. Es también la persona que tiene esa capacidad.
Características de un verdadero ministerio evangelístico.
Jesucristo es nuestro máximo ejemplo de ministerio evangelístico. Él nos marca las pautas a seguir:

En cuanto a la naturaleza de su ministerio: (Mateo 9:35-38).

1) Era un ministerio caracterizado por la constante actividad: recorría, enseñaba, predicaba, sanaba.

2) Era un ministerio movido por un sentimiento: la compasión por las almas perdidas (vv. 36-37).

3) Era un ministerio con una amplia visión por las necesidades y el trabajo a realizar. (vs. 36-37)

4) Era un ministerio respaldado por una vida de oración personal, y que planteaba, al mismo tiempo, la necesidad de un respaldo en la oración, proveniente de otras personas. (v. 38)

5) En cuanto a los efectos, Lucas 4:16-19 nos dice que el ministerio evangelístico de Jesús traía liberación física y espiritual a las vidas.

Dones y capacidades que inciden y ayudan al ministerio del evangelista.

El evangelista se maneja muy especialmente con la palabra. Él proclama, por medio de la palabra hablada el mensaje de salvación.

De Jesús se dice que “era poderoso en... palabra delante de Dios y de todo el pueblo...” (Luc. 24:19). Los que lo escuchaban reconocían que “hablaba con autoridad...” (Luc. 4:32); Jesús,dirigiéndose a los fariseos, les dijo: “...las palabras que les he hablado son espíritu y son vida...” (Juan 6:63). Los discípulos reconocieron que solo Él tenía “...palabras de vida eterna...”: “...estas palabras que ustedes oyen no son mías sino del Padre que me envió”. Antes de su ascensión les encomendó una tarea a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura”, (Marc. 16:15); “Los discípulos salieron y predicaron por todas partes, y el Señor los ayudaba en la obra y conformaba su palabra con las señales que le acompañaban. (v. 20).

Después de Pentecostés Pedro se levantó “se puso en puso en pie y dijo a voz en cuello...presten atención a lo que les voy a decir” ... (Hechos 2:14) y cuando terminó el discurso dice el v. 37 “y cuando oyeron esto todos se sintieron profundamente conmovidos ...y con muchas otras razones les exhortaba insistentemente...” (v. 40); “así que los que recibieron su mensaje fueron bautizados...” (v. 41); de Esteban se dice que los que lo oían “no podían hacer frente a la sabiduría ni al Espíritu con que hablaba Esteban”. (Hechos 6:10). De Pablo se puede decir mucho, pero solo quiero hacer alusión a unos versículos que nos ayudarán a entender el poder y la fuerza de la Palabra hablada.

Al emprender su primer viaje misionero, llegó junto con Bernabé a Salamina y dice Hechos: “...predicaron la palabra de Dios...” (13:5); en Antioquía, después de haber predicado en la sinagoga, el impacto fue tal que “Al salir ellos de la sinagoga los invitaron ...para que les hablaran más de estas cosas” (13:42); “al siguiente sábado casi toda la ciudad se congregó para oír la palabra del Señor...” (v. 44) “...y la palabra del Señor se difundía por toda la región” . (v. 49). En Filipos, después de su liberación milagrosa de la cárcel y en casa del carcelero recién convertido por la predicación de la palabra, en el 16:32 dice: “Y les expusieron la palabra del Señor a él y a todos los demás que estaban su la casa.” y en 19:20 dice que “Así la palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador” .

Cuando el evangelista entiende la importancia que tiene la Palabra hablada, basada en la Palabra escrita y respaldada por el Espíritu que la inspiró, se preocupará más por buscar en la Fuente, la fuerza de su inspiración para proclamar las buenas nuevas de salvación. El mismo Pablo declaró diciendo que “No les prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu” (1 Cor. 2:4)

Hay que deslindar la elocuencia humana, la habilidad comunicativa humana, de la habilidad y capacidad del Espíritu para comunicar el mensaje a través de sus evangelistas. Esa capacidad proviene de Dios, (2 Cor. 3:5-6) por eso el evangelista tiene que buscar su mensaje en Dios porque es Dios el conocedor de la necesidad del pueblo que tiene delante. Si no tiene en cuenta este factor le pasará como le pudiera pasar a un ciego que se dispusiera a cazar, tira al aire pero no da nunca el blanco. No es asunto de “palabras de humana sabiduría” es la palabra predicada con poder. No es asunto de tener preparado siete sermones para predicar en campañas de siete días de duración y que repite como el grabador donde quiera que va. Es asunto de necesidad específica, de mensaje específico y ese mensaje específico para la necesidad específica lo tiene Dios y de Dios tiene que buscarlo. De lo contrario, se convertirá en un loro repetidor y no en un evangelista predicador.

Aquí, en este punto, caemos en otro aspecto muy importante del ministerio del evangelista, las “obras de poder”. A la palabra de poder le es necesario que le sigan las señales u obras de poder. (Marcos 16:20). De Jesús se dice que era “poderoso en palabras y en obras”. Pablo dice que el predicaba “con la demostración del Espíritu y poder”, de Bernabé y Pablo se dice, cuando estuvieron en Iconio que “hablaron valientemente en el nombre del Señor, quien confirmaba el mensaje de su gracia, haciendo señales y prodigios por medio de ellos” (Hechos14:3). Estas obras de poder son las que revolucionan a los pueblos; son la carta de crédito del ministerio evangelístico integral. (Hechos 2:5-13; Hechos 3:11; 4:1, 4, 10; 5:12, etc.).

Estas señales y milagros son para el evangelista “las armas de su lucha...” y “ ...no son del mundo, sino que tienen poder divino para derribar fortalezas”. En el campo de lo físico, las fortalezas de enfermedades; en lo espiritual, ataduras demoníacas; y en lo ideológico, “destruyendo argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (2 Cor. 10:3-5). Estas armas son los dones de poder, que están a disposición de este ministerio para alcanzar a un mundo necesitado que precisa experimentar la manifestación poderosa de un Dios poderoso a través de evangelistas poderosos; a la vez que la Iglesia crece, se edifica y se une en el propósito máximo de su vocación: ganar al mundo para Cristo.

EL MINISTERIO DEL PASTOR.
Definición.
Es una capacidad concedida por Cristo a algunos de sus hijos, para guiar, enseñar, cuidar, y edificar la vida espiritual de las “ovejas”: La Iglesia Local. (Salmo 23; Lucas 10).
Características de este ministerio.
Hay tres cualidades básicas reveladas en la Biblia, que deben caracterizar al ministerio pastoral (Salmo 78:72):

1) Integridad de corazón: (v. 72a) Esto tiene que ver con la vida de santidad del pastor. Las demandas de Dios en esta área son precisas, “la santidad es para siempre el adorno de tu casa” (Salmo 93:5) . El ministerio del pastor tiene un carácter más sacerdotal. Es el guía espiritual de la grey. Por medio de la enseñanza de la palabra, nutre la vida espiritual de la Iglesia; por medio de su cuidado paciente, protege la vida espiritual de la Iglesia; por medio de su ejemplo, incentiva la voluntad de la Iglesia a servir a Dios con el mismo ánimo y disposición de él. El poder de su ejemplo reside en su vida consagrada, rendida, dedicada y santificada. La palabra “íntegro” quiere decir que consta de todas sus partes sin faltar una. La palabra es precisa.

2) Pericia de sus manos.- (v. 72b) Esto tiene que ver con la capacidad y habilidad en el ejercicio de su ministerio. Un pastor no se forma como por arte de magia. Aunque él recibe su llamamiento en un momento determinado, la formación del ministerio se produce a través del aprendizaje y su ejercicio. La experiencia se adquiere con el tiempo y los frutos de su ministerio son la confirmación de su llamamiento.

Para la destreza en el manejo de los asuntos espirituales de la iglesia va a necesitar de algunos elementos o virtudes que tienen que ver con el juicio o sentido común como lo es él tacto, el tino, la cordura, la discreción, la prudencia sobre las cuales se va a apoyar en su trato con los demás, en sus decisiones y en sus consejos.

3) Amor a Dios y a las ovejas.- (Juan 21:15-17) Esto tiene que ver con los móviles afectivos que nos impelen a servir a Cristo y a su Iglesia. Libros enteros se han escrito sobre el amor y muy especialmente sobre el amor a Dios. Solo quiero añadir que al amor a Dios es abarcativo, toca varias áreas y es necesaria su manifestación.

Como factor abarcativo se proyecta primera y fundamentalmente a su fuente: Dios. De Dios se dice que “es amor”, esa es una de las particularidades de su esencia. Es intrínsecamente amoroso. Pero ese amor, dice Pablo, “ha sido derramado en nuestros corazones”.(V.R.V. 60) La palabra “derramar” es echar abundantemente, especialmente un líquido, en un recipiente hasta que rebose y se salga de sus límites. Con esa capacidad cuantitativa y cualitativa es que Dios nos ha capacitado para amarlo, primeramente a Él: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas ycon toda tu mente” (Luc. 10:27)

Pero ese amor se proyecta hacia afuera tocando también las áreas de nuestras relaciones humanas. La obra de Dios se hace dentro de los hombres y a favor de los hombres. Jesucristo, para hacer su obra a favor del hombre pecador, tuvo que meterse en éste y en medio de éste y desde ese nivel “los amó hasta el fin” (Juan 13:1), hasta apurar la copa del sufrimiento y la crueldad de la cruz.

El amor de Cristo constreñirá al pastor a meterse dentro del las gentes y buscarlos, porque ellos son la materia prima de su trabajo. Repito, es necesario el amor de Dios, de lo contrario es imposible realizar la labor a la altura de las expectativas divinas. Para apacentar la grey, para ayudar al desarrollo y crecimiento de ellas, necesitará ese mismo amor. Ese amor se perfeccionará en el ejercicio constante de la piedad, teniendo misericordia del necesitado, socorriendo al desvalido, comprendiendo al ignorante, levantando al caído, animando al desanimado, porque “El buen pastor su vida da por las ovejas”.

Por sus características, el ministerio pastoral es el ministerio clave, para mantener el orden, la sujeción y la unidad dentro del Cuerpo . Todo dependerá del lugar que le dé a Cristo dentro de la Iglesia Local.
HAY QUIENES SOLO TIENEN OJOS PARA VER EL CUELLO Y LA CORBATA DEL PASTOR, PERO NO TIENEN OJOS PARA VER EL CORAZÓN QUE SE ESCONDE DETRÁS.
EL MINISTERIO DEL MAESTRO (ENSEÑANZA).
¿En qué consiste el ministerio del maestro cristiano?
Es una capacidad especial concedida por Cristo, por medio de la cual, el Espíritu Santo, iluminando el entendimiento del maestro le permite comprender la mente de Dios y su voluntad tal y como está revelada en su Palabra escrita y a la vez le pone en capacidad para enseñarla y hacerla entender.

Decimos que el ministerio de la enseñanza cristiana tiene que ser motivado por una verdadera vocación divina. Por vocación entendemos, entre otros significados “la aptitud especial para una profesión o carrera” . Si bien es cierto que algunos ejercen el magisterio cristiano sin sentir una vocación, son muchos los no solo la tienen, sino que sienten también una especie de inspiración especial para ejercer este ministerio tan importante dentro de la Iglesia. Lamentablemente, en ocasiones, vemos a muchos enseñando la Palabra de Dios sin ser verdaderos maestros. Sin embargo, cuando hablamos del verdadero magisterio cristiano, podemos decir que éste es mucho más que una vocación. La Biblia lo describe como un don concedido por el Espíritu Santo (1 Cor. 12:29; Rom. 12:7) y como un ministerio constituido por Cristo. (Efe. 4:11) para la edificación del Cuerpo de Cristo.


El eje central alrededor del cual gira la teología del magisterio cristiano es Jesucristo. A Jesucristo, el Rabí de Galilea, lo vemos enseñando en las sinagogas, en las casas, en las calles, en los caminos. En ocasiones eran grandes multitudes las que se constituían en sus discípulos. En ocasiones, sus enseñanzas eran dirigidas al grupo pequeño de sus discípulos allegados (los 12). En ocasiones, tomaba tiempo suficiente, sin apuros, para dedicarse a discipular a una sola persona: un Nicodemo, una samaritana. A Jesús no le interesaba la cantidad de oyentes, ni su condición. Su interés primordial era el contenido de su enseñanza dentro de la cual, de una forma preferente, trataba el tema del Reino de Dios entre los hombres, la transformación que tenía que producirse para que éstos cambiaran de actitud y participar del reino. Para esto no desperdiciaba oportunidades. Sus enseñanzas eran dirigidas tanto a doctores de la ley, como al populacho ignorante. Él llevaba dentro de su alma y era parte de su vida la enseñanza de todos los principios divinos sobre los cuales habría de establecer Su reino; casi todo su ministerio público y privado fue enseñar.

La enseñanza fue su actividad distintiva, las gentes no lo conocía bajo el nombre de “el obrador de milagros”, “el resucitador de los muertos” (aunque realmente lo era), sino como el maestro, y como tal lo reconocían. “Rabí...” lo llamaban. Jesús le dio una importancia suprema a la enseñanza de Su Palabra. La Biblia resalta y enseña tanto en el A. T. como en el N.T. la importancia de la enseñanza dentro del pueblo de Dios.

Ya hablamos del ministerio de Jesús como maestro. Pero antes de Él ascender al cielo reunió a sus discípulos y les entregó lo que llamamos La Gran Comisión. Entre sus últimas instrucciones ordenó a Sus discípulos: “Por tanto vayan y hagan discípulos de todas las naciones...enseñándoles a obedecer todo lo que les mandado a ustedes.” (Mat. 28:19-20). Esto significaba que ellos tendrían que desarrollar un ministerio de enseñanza sobre la base de la preparación que ellos habían recibido. Recordemos que, primeramente, ellos habían estado durante tres años y medio con el Maestro de los maestros, Jesús, recibiendo una preparación y entrenamiento especial para la labor que habrían de realizar. Por otra parte, también tenían la promesa acerca de que el Espíritu Santo les revelaría nuevos aspectos de la doctrina que formarían parte de la Palabra de Dios. Estos aspectos no serían dados para ser echados al olvido, sino que serían usados para enseñar a las venideras generaciones cristianas, y para que el conocimiento de la Verdad permaneciera inalterable y vigente.

El libro de los Hechos nos revela que, desde el principio de la vida de la Iglesia, los apóstoles comenzaron a fundamentarla por medio de las enseñanzas de las doctrinas cristianas, de tal forma que se nos dice que los creyentes, tanto antiguos como los nuevos “se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles” (Hechos 2:42). Los apóstoles sentían el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Oían latir aún el mandamiento de Jesús. Preveían la necesidad de fundamentar, antes que otros trataran de hacerlo, y no perdieron tiempo. Sobre este fundamento es que la Iglesia fue edificada a través de los tiempos (Efesios 2:20), y sobre este fundamento, es que ha resistido los embates del tiempo y de todas las tempestades. (Mateo 7:25).

El trabajo de la enseñanza dentro de la Iglesia primitiva era abarcativo. Se proyectaba al ámbito de lo individual y de lo colectivo.

En el primer ámbito, vemos a un Felipe, cual Jesús con la samaritana, dedicando una jornada para enseñar al eunuco etíope confundido en relación a Jesucristo y el mensaje del Evangelio revelado en Isaías de una forma profética. Es muy lindo y animador tener a grandes grupos a los cuales enseñar, pero recordemos que el ministerio del maestro no se caracteriza por la atracción de grandes multitudes sino por la atención consciente de pequeños grupos que a veces se tornan en una sola persona. (Hech. 2:42).

En relación con este tema, recuerdo con emoción la hermosa experiencia que el Señor me permitió vivir en los principios de nuestra labor misionera en Argentina. En el año 1990, estábamos comenzando a fundar una iglesia local en San Rafael, provincia de Mendoza. El Señor acercó a nuestro hogar a Nora Liliana Roitblat. De familia judía, Noralí, - como familiarmente la llaman –, había tenido una experiencia con Jesús como Mesías, en una sala de terapia intensiva, luego de haber sido operada de un tumor en el cerebro. Ella clamó a Dios y le prometió que, si la sacaba de ese lugar y le permitía volver con su familia, ella aceptaría a Jesús como el Mesías prometido. A las dos horas de haber realizado la oración, ella fue sacada de terapia intensiva. Su restauración fue milagrosa. Como no conocía una iglesia evangélica, se acercó a una parroquia católicorromana. Unos meses más tarde, en forma providencial, se puso en contacto con nosotros. Durante los siguientes siete meses, ella fue cada miércoles a la tarde, para escudriñar las Escrituras y constatar la veracidad del Evangelio. Posteriormente se bautizó y se hizo miembro activo de la naciente iglesia. Siempre la recuerdo como una asistente asidua a todas las reuniones de estudios bíblicos que teníamos en la Iglesia. Llegó inclusive a ser superintendenta de la Escuela Dominical.

En el ámbito de lo colectivo, observamos a un Bernabé y un Saulo, ministrando en la naciente Iglesia de Antioquía: “Durante todo un año se reunieron los dos con la Iglesia y enseñaron a mucha gente ”. (Hechos 11:26) Es curioso observar como el primer nombre de los cristianos fue el de “discípulos” o “alumnos”.

El Apóstol Pablo le escribe a Timoteo y le da una serie de requisitos que deben caracterizar al Obispo (pastor). Le dice que “es necesario que...sea capaz de enseñar...” (3:2). El pastor es el guía espiritual de la Iglesia, es su sacerdote y su profeta. ¿Puede acaso un pastor desarrollar a cabalidad su ministerio de “apacentar la grey de Dios” si desconoce el tipo de “pasto” apropiado para la alimentación, desarrollo y crecimiento de sus “ovejas”? El desconocimiento doctrinal por parte del pastor en la mayoría de los casos ha traído por consecuencia el desvío de la congregación a doctrinas y prácticas sin fundamento escritural. El pastor que ignora, trata de suplir ese vacío por medio de formas caprichosas y enseñanzas supuestamente bíblicas. A estos casos, por regla general, les caracterizan los extremos, las extravagancias para “ser diferentes a otros”. Apela desmedidamente a la parte emotiva de la congregación más que al intelecto; más importante son para él las manifestaciones externas, físicas, corporales, que el nutrir con la sana doctrina a su congregación. Estos han sido tomados como ejemplos por los enemigos del evangelio para tratar de echar un velo de dudas sobre verdadera obra del Espíritu Santo de Dios.

El pastor tiene que tener aptitud para enseñar, pero la aptitud sola no produce nada, o poco. A esta aptitud hay que añadirle conocimiento profundo de la Palabra Revelada. Dios no lo ha colocado a él como “inventor de nuevas doctrinas”, ni “creador de fórmulas nuevas” . “Lo que está escrito, escrito está” y a ello tenemos que ajustarnos, de lo contrario lo que estaremos formando, en vez de la Iglesia de Jesucristo, a un monstruo.

Ningún pastor tiene excusa delante de Dios. Dios ha provisto dentro de Su Iglesia los mecanismos necesarios para su superación. Los Institutos Bíblicos proliferan; cursos dirigidos y por correspondencia abundan; ministerios exclusivos de enseñanza están al alcance, para hacer de cada siervo de Él un instrumento “apto para enseñar”. Aprovechemos lo que Dios nos ha dado; usémoslo para nuestra edificación; despojémonos del orgullo que nos hace creer “que lo sabemos todo” y con humildad acudamos a la ayuda de “Gamaliel” para ser bendecidos.

Hay que pensar en el futuro asentando la base en el presente. Acordémonos de los que vienen detrás de nosotros: aquellos que “tomarán la antorcha de la enseñanza” para proseguir la edificación del edificio. No sepultemos las posibilidades del presente para asegurar una ruina futura. Para evitar esto Pablo dio la fórmula: la preparación de los laicos para el desarrollo del ministerio de la enseñanza. La Iglesia Local es la madre de los ministerios y es el lugar idóneo que Dios ha provisto para el nacimiento y desarrollo de ellos. Es de adentro de la Iglesia Local que Dios elige a los ministerios para realizaciones más amplias. Pablo le escribió a Timoteo diciéndole: “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza que a su ver sean capacitados para enseñar también a otros.” (2 Tim. 2:2). Estos “hombres idóneos” tienen que ser reconocidos como tales y para ellos el mismo Pablo dice: “Los ancianos que dirigen bien los asuntos dela Iglesia son dignos de doble honor y especialmente los que dedican sus esfuerzos a la predicación, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Tim. 5:17). Los Pablo, los Timoteo, los Tito, fueron primeramente “hombres fieles, capaces” y fueron capacitados para “enseñar también a otros”; ahora Dios les encomendaba responsabilidades mayores y a niveles más altos.

Es el pastor, dentro de su congregación, el llamado a fomentar ese espíritu de estudio; es el llamado a detectar a ese tipo de creyentes; es el llamado a capacitarlos; es el llamado a darles el entrenamiento, utilizándolos en diferentes actividades; es el llamado a desatar las ataduras locales, cuando Dios llama a algunos de ellos para prepararlos a niveles superiores y usarlos fuera del ámbito de la Iglesia Local.
Necesidad de la enseñanza.
Hay varias razones supremas para enseñar a la Iglesia:

1. La Iglesia necesita ser edificada.- Una de las figuras que utilizan Pablo y Pedro, para significar lo que es la Iglesia, es la de un edificio en construcción. Como todo edificio, la Iglesia necesita un fundamento sólido para su estabilidad y permanencia. El fundamento de la Iglesia no son las filosofías antiguas ni modernas, tampoco una fusión de filosofía con evangelio, tampoco las nuevas corrientes teológicas de las últimas décadas. La Iglesia tiene un solo fundamento: las enseñanzas de Jesucristo, sus profetas que hablaron con anticipación sobre Su venida, los apóstoles que transmitieron a la posteridad la narración de su vida y enseñanzas y a los cuales se les reveló los fundamentos de la fe cristiana y sobre la cual “todo el edificio...va creciendo” (Efesios 2:20-21).

2. La Palabra no solo se constituye en el fundamento sobre la cual se edifica la vida espiritual de la Iglesia, sino que aquélla es la misma vida que produce el desarrollo la fortaleza y la estabilidad de ésta. Pedro nos dice: “también ustedes, como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual” Pero el cotexto que antecede nosotros somos descritos como “niños recién nacidos”, a los cuales se nos manda: “deseen con ansias la leche pura de la Palabra, como niños recién nacidos. Así por medio de ella crecerán en su salvación” (2:2)

Siguiendo la misma idea, Pedro nos exhorta a “crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo”, (2 Ped. 3:18). Este conocimiento no viene sino a través del estudio diligente de la Palabra. Pablo corrobora este mismo sentir cuando nos enseña que la concesión de los dones ministeriales entre los cuales se encuentran “maestros”, tienen el propósito de hacernos crecer “conforme a la plena estatura de Cristo”. Así ya no seremos niños zarandeados por las olas y llevados de todo viento de enseñanzas” sino que con madurez de conocimiento, conscientes de nuestro lugar dentro del Cuerpo, seamos capaces de ayudar y permitir ser ayudados.
Necesidad de la enseñanza personalizada.
La necesidad de este tipo de enseñanza se establece por el hecho de que muchos, en el transcurso de la vida cristiana, se allegarán a nosotros para pedir cuenta y razón de lo que creemos; oportunidad que Dios nos da para presentar la verdad del Evangelio: “Estén siempre preparados para responder a todo aquél que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes” (1 Pedro 3:15). Un Evangelio presentado malamente, producto de la incapacidad del instrumento, conducirá al menoscabo de la Palabra y le restará el “poder de Dios para salvar”.

En segundo lugar, porque los falsos maestros no pierden tiempo. Desde antes de que la Iglesia fuese formada como institución, ya Jesucristo había previsto la realidad del surgimiento de los “falsos profetas” (Mat. 7:15; 24:11 y 24) que tratarían de engañar a las ovejas. Los apóstoles previnieron a la Iglesia que dentro de ellos mismos se levantarían “lobos feroces que procurarían acabar con rebaño”, “que hablarían cosas pervertidas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:29.30). El mismo Pablo previno a Timoteo de la siguiente forma; “Porque llegará el tiempo que no van a tolerarla sana doctrina sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novedades que quieren oír, dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos” (2 Tim. 4:4-5). Pedro, tomando como ejemplo la experiencia pasada del pueblo de Dios, dice que como en el tiempo antiguo, “En el pueblo judío hubo falsos profetas y también entre ustedes habrá falsos maestros que encubiertamente introducirán herejías destructivas, al extremo de negar al mismo Señor que los rescató”

A través de la historia, la Iglesia ha venido enfrentándose con la actividad sistemática, persistente, nociva y destructora de estos falsos maestros. Estas últimas dos centurias han sido prolíferas en el surgimiento de estos “maestros” y de sectas las cuales, presentando una imagen falsa de Jesucristo y su evangelio han arrastrado a miles de incautos tras sí.

La actividad sutil de estos falsos maestros y su falsa piedad han engañado aún a muchos dentro de la Iglesia, que ignorantes de la verdad doctrinal, se han dejado llevar por doquier de todo “viento de enseñanza”, “abandonando la fe para seguir inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas . Tales enseñanzas vienen de embusteros e hipócritas que tienen la concia encallecida” (1 Tim. 4:1) y enseñan todas suerte de mentiras destructoras.

Ante todo este panorama objetivo, real, experimental, ¿cuál es o debe ser la actitud de la Iglesia, de cada siervo de Dios, de cada creyente? ¡Hay que abrir los ojos, hay que despertar del sueño! Es verdad que algunos están haciendo mucho, pero muchos están haciendo poco. Si no queremos ver una Iglesia influenciada por todo este panorama, una Iglesia socavada por el error, una Iglesia arrastrada por la avalancha de mentiras sutiles, saquemos la Biblia de los escombros y hagámosla nuevamente el fundamento de la Iglesia. Solo ella, su luz, su verdad, será capaz de preservarla del error, para ser presentada “sin manchas ni arrugas” ante su Novio cuando venga en busca de ella.

Dos ejemplos elocuentes de hasta qué punto Satanás puede socavar los cimientos de la Iglesia con enseñanzas falsas, lo tenemos en estas dos Iglesias: Pérgamo y Tiatira. A sus respectivos pastores se les reprocha la tolerancia y la permisión de falsos maestros que con sus “doctrinas de demonios” influyen en la perversión moral de muchos dentro de sus congregaciones. No podemos determinar en detalles el por qué estos siervos de Dios se encontraban impotentes para actuar y poner en orden las cosas, pero una cosa cierta sí resalta y es la tolerancia y las consecuencias de ésta: desvío, decadencia moral e impotencia espiritual.

Estos dos ejemplos deben ser un alerta para nosotros si no somos nosotros mismos los que enseñamos a nuestras congregaciones. Si no somos lo suficientemente sabios, si no tenemos la guianza del Espíritu para que Él nos guíe a los ministerios constituidos por Él mismo para ayuda, si no somos capaces de decir NO “al ángel del cielo que viene con otro evangelio”, el Diablo gustosamente siempre tendrá provisión para deformarte, pervertirte y desviarte la Iglesia. Por eso reflexiona: ¿qué enseñas? ¿a quién le permites que te enseñe la Iglesia?. Recuerda que hay una palabra dura de parte del Señor a los que proceden sin responsabilidad en este sentido: “ tengo en tu contra que toleras...”.
Resultados prácticos de la enseñanza.- “La Palabra de Dios es viva y eficaz”.
La enseñanza y aprendizaje de ella trae invariablemente resultados múltiples en la vida del creyente y en la de la Iglesia en general.

1. Contribuye al crecimiento sano y robusto de la vida espiritual de cada hijo de Dios. Ella es “leche espiritual” que nos hace “crecer para salvación” (1P. 2:2). Es alimento sólido para los que han alcanzado madurez. (He. 5:14). En la epístola a los Hebreos se nos presenta, por así decirlo, dos clases de alumnos: los niños y los adultos. El maestro cristiano tendrá la habilidad de preparar las clases acorde a la edad y capacidad de sus alumnos: leche para los niños espirituales; alimento sólido, “vianda” para los adultos espirituales (gente madura). Si somos sabios en la aplicación racional y sistemática de la Palabra, vamos a ver resultados gloriosos. A los “niños” los vamos a ver “crecer en todo” y a los “adultos” los vamos ver madurando “hasta el conocimiento pleno” (RV 1960)(Ef. 4:13-16).

2. Pone en capacidad a cada creyente para ayudar a otros. Lo que aprendemos de la Palabra es para ayudar a otros. No podemos convertirnos en meros portadores de conocimientos. Pedro les dice que si “el conocimiento de Cristo abunda en vosotros, no permitirá que ustedes permanezcan inútiles e improductivos” (Versión Libre) (1 P. 1:5-8). El conocimiento de la Palabra va a ser una fuerza interna que nos moverá a dar aplicación práctica a todo lo que teóricamente hemos aprendido. A otros, el Espíritu Santo los pondrá en capacidad “para enseñar también a otros” (2 Tim. 2:2), y “ayudar a otros” (Hech. 16:9) cuando Dios requiere de nuestra asistencia.

3. Pone en capacidad al creyente para obedecer a Dios y ajustarse a su voluntad.- (Hechos 8:26-40). La labor efectiva que Felipe realizó con el eunuco etíope se debió a la capacidad de este apóstol y el conocimiento que tenía de las Sagradas Escrituras. Dice la Palabra que Felipe “comenzando con ese mismo pasaje de la Escritura , le anunció las buenas nuevas acerca de Jesús” Esto no fue una mera coincidencia. Felipe estaba capacitado para comenzar desde cualquiera escritura para ayudar a este hombre confundido. Su ayuda, su enseñanza, sacó al etíope de sus dudas y fue ganado para Cristo.

4. Amplía la visión misionera y capacita para obedecer al llamado de Dios.- El conocimiento del propósito de Dios con la humanidad; el conocimiento de sus planes a través de nosotros, con el mundo que se pierde; al conocimiento de la causas de la expansión de la Iglesia; el conocimiento y estudio del trato de Dios con los hombres y mujeres que dijeron “sí” para “ir” por el mundo; el conocimiento de la labor del Espíritu de Dios levantando y cambiando hombres y mujeres, son un incentivo para “abrir los ojos y mirar los campos sembrados“ porque “la cosecha está madura”. Todo esto se constituirá en la fuerza motriz que nos impulsará a ir.
El maestro y su vida espiritual.
El maestro cristiano tiene que cuidar su vida espiritual adicionando al estudio de la Palabra, tiempo suficiente de oración. Esto le ayudará para que la enseñanza sea expuesta con autoridad; la autoridad de una vida acorde y a la altura de lo que enseña. Jesús, el “Rabí de Galilea” pasaba mucho tiempo en oración. No de balde, cuando abría su boca las gentes se daba cuenta de que no “enseñaba como los escribas y los fariseos, sino con autoridad”. La enseñanza que va con la fuerza y el poder del Espíritu Santo produce cambios. El maestro cristiano debe estar revestido del poder del Espíritu, para que “su palabra y su predicación no sean con palabras sabias y elocuentes sino con la demostración del poder del Espíritu”. El Espíritu Santo es la fuente del dinamismo y del cambio. La Palabra y la oración son como los dos remos de un bote. Hay que darle a la par para que el bote avance. Si le das a un solo remo, cualquiera de los dos, te moverás dando vueltas, pero no avanzarás.
Características de un verdadero maestro.
1. Es un estudioso constante de la Palabra de Dios. Esto no quiere decir que todo el que estudia sea maestro. Esta actividad debe ser característica de todo creyente.

2. Le es necesario poseer una mente con capacidad espiritual para el razonamiento. Hay muchas circunstancias y cuestiones con las cuales ha de encontrarse en el transcurso de su labor, cuyas soluciones no están en los libros. Si no hay sentido común, si la mente no está ejercitada en el análisis, la creatividad, la deducción lógica, con toda seguridad que tendrá dificultades en el proceso de la enseñanza y a la postre fracasará.

3. Tiene que tener una mente analítica y despierta capaz de tener en consideración ideas nuevas, nuevos conceptos. Debe ser capaz de analizarlos sin temor a ser confundido, capacidad para deslindar la verdad del error, “separar el grano de la paja” y saber poner de relieve, tanto el error como la verdad.

4. Tiene que tener bien claro en su mente las verdades que va a enseñar. Verdades que no ha entendido, conceptos oscuros en sus mentes, principios no bien establecidos, produce una enseñanza deficiente y por consecuencia infructuosa.

5. Tiene que estar convencido en su propia mente de las verdades que va a enseñar. La convicción reviste al maestro de autoridad e inspira confianza en sus alumnos.

6. El maestro cristiano debe ser capaz de rectificar sus errores, producto de su desconocimiento. No siempre lo sabemos todo o a veces hemos aprendido mal, pero cuando la lumbre del conocimiento (Prov. 6:23) y la verdad revelada iluminan su mente, como luz, debe dejarla brillar. Debe permitir que la luz brille a través de él. Por lo tanto, el maestro cristiano debe estar dispuesto para dejarse enseñar. El síndrome de “todolosé” tiene que ser eliminado porque esto es un embuste del diablo. No puede ser dogmático ni aferrado, tiene que tener una mente amplia y analítica. NO debe temer analizar aún ideas que cree que puedan ser opuestas a las propias, pues el Espíritu Santo le revelará dónde reside el error (si es que lo hay) y cómo atacarlo o rectificarlo.

7. Debe ser humilde.- Sus convicciones personales declinan ante la verdad demostrada. Recuerde que, a veces, todo lo que uno ha aprendido no está del todo en lo correcto.

8. Ama su ministerio sin importarle números. Sabe enseñar a las multitudes, pero se goza enseñando a una samaritana, o un eunuco etíope en un lugar apartado si es preciso.
ES RESPONSABILIDAD DEL MAESTRO CRISTIANO CONTRIBUIR A LA UNIDAD DOCTRINAL DE LA IGLESIA PARA QUE TODOS HABLEMOS UNA MISMA COSA.
Relación entre el ministerio del maestro y el ministerio del profeta:
El profeta proclamó lo que Dios le reveló,
el maestro (sacerdote) explicó lo que el profeta proclamó,
el profeta confirmó lo que el maestro explicó.

Aclaravción: Se dan el casos que, en oasiones los ministerios funcionan como tales, pero no son calificados o llamados o reconocidos formalmente por sus instituciones.

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Otro libro del pastor Luis Llanes

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Luz y Verdad es un ministerio transdenominacional de enseñanza bíblica y teológica, dirigido particularmente a las iglesias locales, con el objetivo de edificar a sus miembros y preparar a sus líderes.

El ministerio fue fundado a fines de la década del 90, por el pastor y misionero cubano Luis Enrique Llanes Serantes, misionero de las Asambleas de Dios de Cuba y ministro de la Unión de las Asambleas de Dios en Argentina. Durante largos años, el pastor Llanes llevó las conferencias y seminarios Luz y Verdad a decenas de iglesias, en Argentina, particularmente en la región patagónica. Su partida a la presencia del Señor, el 7 de marzo de 2015, no ha sido impedimento para que el ministerio continúe en la actualidad, de manera más amplia, por el trabajo de sus hijos, que son los continuadores de esta obra,

Además de las conferencias, talleres y seminarios, el Ministerio Internacional Luz y Verdad cuenta con un sistema de estudios bíblicos, teológicos y ministeriales, que incluye: el Plan Alfa de Discipulado Básico, y el Instituto de Formación Ministerial Integral "Luz y Verdad", que cuenta con niveles ministerial: Básico, Intermedio y Avanzado, y con un programa de Bachillerato en tres niveles, y el curso Alfa para nuevos convertidos. Los materiales de estudio usados.

Luz y Verdad cuenta además con presencia en Internet, a través de una red de blogs, en los que aparecen escritos y recursos de edificación para los creyentes en general, y los líderes cristianos en particular.

El trabajo de edición corre a cargo de la hermana Alba Lys Llanes Labrada, hija del pastor Llanes, actual directora del ministerio, y del Instituto. La hermana Alba también aporta al ministerio, con sus escritos, sus conferencias, talleres y seminarios, así como con sus publicaciones personales por Internet.

Luz y Verdad mantiene la postura doctrinal propia de las Asambleas de Dios, en lo que atañe a los conceptos doctrinales fundamentales.

Usted puede comunicarse con la Lic. Alba Lys Llanes Labrada a: alballanes1964@gmail.com




El Ministerio Internacional Luz y Verdad y su servicio de publicaciones EDICI, están configurando una red de recursos propios que pone a disposición de los ministros y de los hermanos, con el propósito de edificarlos en las diferentes áreas del quehacer cristiano.

Se trata de la Red de Blogs Luz y Verdad. En ellos, usted encontrará estudios de carácter doctrinal, bíblico y ministerial, artículos sobre historia de la Iglesia, actualidad eclesial y secular, orientaciones didácticas y pedagógicas, y mucho más.

Los autores de los diferentes escritos que aparecen en esta red son el pastor Luis E. Llanes y su hija Alba Llanes. De igual manera, estamos adicionando enlaces de acceso a otros sitios de Internet que ofrecen eficaces recursos cristianos y ministeriales.


¿Qué es EDICI?

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EDICIONES CRISTIANAS INDEPENDIENTES es el servicio de publicación y edición del Ministerio Internacional Luz y Verdad, dirigido a ministerios cristianos e iglesias locales.


El propósito: ofrecer colaboración y ayuda eficaz, seria y responsable, en materia de redacción y edición de material cristiano, ya sea páginas de Internet, revistas, periódicos, boletines, libros, etc., garantizando una excelente presentación en materia gramatical y estilística.

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EDICI se encarga de la gradual edición de la Red de Blogs Luz y Verdad,

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